A pesar de ser poco frecuentes, los fósiles parecen ser elementos habituales en los registros arqueológicos. Su presencia se documenta en algunos de los principales yacimientos arqueológicos de Iberia desde el Paleolítico (Altamira, Parpalló, Reclau Viver, Aitzbitarte, La Garma, Rascaño, El Juyo o La Pileta) hasta la edad de los metales (Los Millares, Valencina de la Concepción, Los Castillejos, El Argar, Fuente Álamo, Vila Nova de São Pedro, etc.).
Un equipo de investigación interdisciplinar, compuesto por arqueólogos, arqueozoólogos, paleontólogos y geólogos de las universidades Autónoma de Madrid, Málaga, Granada, Córdoba y País Vasco, así como del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira e Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC), coordinado desde el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, ha unido fuerzas para abordar el mayor registro de fósiles en contextos arqueológicos en la Península Ibérica hecho hasta el momento.
Los investigadores han analizado un total de 633 ejemplares de escafópodos, moluscos, dientes de tiburón y restos de mamíferos procedentes de 82 yacimientos arqueológicos de distintas regiones (Andalucía, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Comunidad Valenciana, Comunidad de Madrid, Murcia y País Vasco en España y Alentejo, Algarve, Extremadura, Lisboa y Setúbal en Portugal).
En su gran mayoría, los fósiles han sido recogidos en zonas próximas a los yacimientos arqueológicos, lo que señala su valor potencial como indicadores de aspectos sociales y simbólicos regionales durante la Prehistoria ibérica. No obstante, existen cambios a lo largo del periodo analizado que responden a modas y tradiciones culturales diferentes.
La Península Ibérica dispone de uno de los registros paleontológicos más ricos del occidente de Europa. No obstante, «los indicios de recolección y uso de fósiles durante la Prehistoria en yacimientos ibéricos eran en general escasos, de modo que la documentación de este comportamiento presentaba una situación anómala, respecto a otras regiones de Europa, donde se habían publicado numerosos estudios sobre esta práctica», explica el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla y responsable principal del estudio, Miguel Cortés.
Por otra parte, se confirma la necesidad de implementar un enfoque metodológico interdisciplinar que permita detectar y estudiar los fósiles que, a buen seguro, aguardan todavía su análisis en las colecciones zooarqueológicas depositadas en museos e instituciones. En este sentido, este trabajo abre una nueva aproximación a los registros arqueozoológicos procedentes de yacimientos arqueológicos, al detectar algunos casos en los que es necesario una revisión.
«Este trabajo puede servir para revalorizar un registro poco conocido y empezar a solucionar la aparente anomalía de la recolección de fósiles por parte de las comunidades prehistóricas ibéricas respecto a otras áreas de Europa occidental», añade el doctor Cortés.