El cáncer puede desarrollarse en cualquier parte del cuerpo y se origina cuando las células comienzan a crecer sin control sobrepasando en número a las células normales. Pero el cáncer no es una sola enfermedad sino que existen muchos tipos. Puede originarse en los pulmones, mamas, en el colon o hasta en la sangre. Si bien entre ellos hay similitudes, crecen y se propagan de manera diferente.
El origen
El problema se origina en el tumor canceroso. Todas las células del cuerpo tienen su función específica y se dividen de manera ordenada. Es decir, cuando mueren, se desgastan o dañan, nuevas células toman su lugar. Sin embargo, en el cáncer, las células siguen creciendo y produciendo nuevas células que desplazan a las células normales.
Algunos tipos de cáncer crecen y se propagan rápidamente. Otros, lo hacen más lentamente. El tratamiento también es diferente ya que algunos responden mejor a los medicamentos como la quimioterapia y otros necesitan cirugía.
El tumor
La masa denominada como tumor o crecimiento no es necesariamente cancerosa. Tras una extracción de un fragmento bajo un procedimiento denominado “biopsia”, los médicos pueden verificar si se ha desarrollado o no el cáncer, es decir, si es un tumor benigno o maligno.
Pero hay algunos tipos de cáncer, como la leucemia, que es el cáncer en la sangre, que no forman tumores. Es porque estos tipos de cáncer se desarrollan en los glóbulos o células sanguíneas, o en otras células del cuerpo.
Tipos de cáncer
Lo que define al tipo de cáncer es el tejido u órgano en el que se ha originado. Asimismo, las denominaciones se agrupan por el tejido que les dio origen:
Carcinomas. Se originan a partir de células epiteliales, que se trata de las células que tapizan la superficie de órganos, glándulas o estructuras corporales. Este tipo representa más del 80% de la totalidad de los cánceres. Por eso debes conocer las señales que te avisan que tienes cáncer de piel.
Sarcomas. Se forman a partir del llamado tejido conectivo o conjuntivo, es decir, del que derivan los músculos, los huesos, los cartílagos o el tejido graso. Los más frecuentes son los sarcomas óseos.
Leucemias. Se originan en la médula ósea, el tejido encargado de mantener la producción de glóbulos rojos, blancos y plaquetas. Asimismo, pueden producir anemia, infecciones y alteraciones de la coagulación como sangrados o trombosis.
Linfomas. Se desarrollan a partir del tejido linfático, como el que está en ganglios y órganos linfáticos. De hecho, se ha llegado a asociar la calidad de los carbohidratos al cáncer de mama.
Tipos de célula
Al mismo tiempo, un prefijo que describe el tipo de célula que lo ocasionó.
- Adeno = glándula
- Condro = cartílago
- Eritro = glóbulo rojo
- Hemangio = vaso sanguíneo
- Lipo = grasa
- Melano = célula pigmentada
- Mio = célula muscular
- Osteo = hueso
Células normales o cancerosas
Un análisis microscópico puede establecer grandes diferencias morfológicas entre las células normales y las cancerosas:
Hiperplasia: ocurre cuando aumenta la proliferación celular pero manteniéndose la estructura celular normal. Habitualmente es una respuesta normal y reversible a un estímulo irritante.
Displasia: existe una proliferación excesiva caracterizada por la pérdida de la organización normal de los tejidos y de la arquitectura celular normal. Puede sufrir una transformación carcinomatosa. El caso más severo de displasia llega a formar el carcinoma “in situ”, dentro de la barrera anatómica más inmediata al lugar en que se inició. En este proceso, las células pierden la capacidad de diferenciación o especialización de sus funciones. .
Las distintas etapas de cáncer
El médico debe analizar si el cáncer está propagado y el lugar donde se originó. De esta manera se establece la etapa o estadificación del cáncer y se decide el mejor tratamiento para el paciente.
Tratamientos
Van desde cirugía, medicamentos y radiación. Pero todo va a depender del tipo y etapa del cáncer. Muchas veces se usa cirugía para directamente extirpar el tumor maligno o alguna parte. Pero este procedimiento no es útil en todos los casos y se termina recurriendo a la quimioterapia o radiación.
Los medicamentos combaten a las células cancerosas o frenan su crecimiento. Se pueden administrar por vía intravenosa. También hay otros modos que consisten en píldoras que se toman por vía oral. Además se puede recurrir a la terapia dirigida, inmunoterapia y terapia hormonal. Por otro lado, la radioterapia también se usa para matar o disminuir el crecimiento de las células cancerosas. Todos estos tratamientos se pueden combinar entre ellos, es decir, no es necesario que el médico utilice uno solo.
Causas del cáncer
Los cambios genéticos denominados “causantes” del cáncer afectan tres tipos principales de genes: proto-oncogenes, genes supresores de tumores y genes reparadores del ADN:
Proto-oncogenes: se dedican al crecimiento y división celular normal. Cuando se alteran o son más activos de lo normal, pueden convertirse en genes causantes de cáncer porque permiten que las células crezcan y sobrevivan cuando no deberían.
Genes supresores de tumores: controlan el crecimiento y la división celular. Si hay alteraciones, las células pueden dividirse sin control.
Genes reparadores del ADN: arreglan un ADN dañado. Si las células tienen mutaciones en estos genes, formarán mutaciones adicionales en otros genes.
Metástasis
En la metástasis, las células cancerosas se separan del sitio donde se formaron inicialmente, es decir, el cáncer primario, y se desplazan por medio del sistema vascular o linfático. Luego, forman nuevos tumores, denominados tumores metastásicos, en otras partes del cuerpo. Este cáncer metastático tiene el mismo nombre y tipo de células cancerosas que el cáncer original o primario.
Síntomas
Los síntomas varían según la parte del cuerpo afectada pero hay algunos signos generales asociados al cáncer, aunque es necesario tener en cuenta que no son exclusivos del cáncer.
- Fatiga.
- Bulto o zona de engrosamiento que puede palparse debajo de la piel.
- Cambios de peso, como aumentos o pérdidas de peso no intencionales.
- Cambios en la piel, como pigmentación amarillenta, oscurecimiento o enrojecimiento de la piel, llagas que no se curan o cambios en lunares existentes.
- Cambios en los hábitos de evacuación de la vejiga o los intestinos.
- Tos persistente o dificultad para respirar.
- Dificultad para tragar.
- Ronquera.
- Indigestión persistente o malestar después de comer.
- Dolor muscular o articular persistente, sin causa aparente.
- Fiebre o sudoraciones nocturnas persistentes, sin causa aparente.
- Sangrado o hematomas sin causa aparente.
- Si tienes estos signos persistentes, debes consultar al médico.