La Santa Inquisición es uno de los episodios más oscuros de la historia española. Mucho se ha dicho, se ha especulado, y se ha escrito sobre esta época, y aunque algunos sectores quieren suavizar este hecho, los instrumentos de tortura eran los que eran. Aquí te mostramos unos cuantos.
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La Cigüeña
Este instrumento de tortura no es de los más conocidos de este artículo, pero se utilizaba bastante por la Santa Inquisición. Se llama así precisamente por la posición en la que quedaba la persona torturada, tras ponerse ese aparato, que estaba fabricado con hierro . Ya podemos imaginar cómo era el mecanismo de tortura.
El acusado se quedaba en la posición de la cigüeña, durante horas, ya que este aparato fijaba el cuello, las muñecas y los tobillos. Así, quedaban en esa postura durante horas, lo que provocaba calambres, primero en los músculos rectales y abdominales, y después en el resto del cuerpo.
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La sierra
Más que una tortura, ya era un método de ejecución, porque poco podía hacerse por la persona que era sometida a este tipo de instrumento de la Santa Inquisición. Como era de los más crueles, estaba reservado a lo que era considerado lo peor de lo peor: las mujeres que estaban bajo sospecha de haber sido preñadas por Satanás.
Se colgaba a la víctima boca abajo, y empezaban a serrar. Esta posición hacía que la sangre no se perdiese, lo que se traducía en mantener el conocimiento casi hasta que la sierra hubiera llegado al pecho de la víctima, además de mantener el cerebro con oxígeno hasta que la mujer estaba en las últimas. Algo nada agradable.
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La garrucha
Este era uno de los métodos más usados, y que demuestran que no hace falta aparatos complejos para torturar a una persona. En el resto de Europa se conocía como «estrapada», pero en España lo denominamos con nuestro propio nombre, cuando fue importado desde Italia. La mecánica era muy simple: se utilizaba un sistema de poleas para elevar al reo y suspenderlo en el aire, a veces, con cierto peso en sus tobillos.
Después, lo soltaban, pero no dejaban que se chocase contra el suelo, sino que paraban la caída bruscamente, haciendo que todo el peso de la persona, más el añadido, recayese sobre los brazos, y haciendo que el acusado se descoyuntara. Después, el proceso volvía a repetirse. Recomendaban que la elevación se hiciese lenta, para que fuera más dolorosa. En algunos casos, se sucedía una muerte repentina, por la rotura de la arteria, en la parada brusca.
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La cuna de Judas
Nada más ver la imagen, ya podemos intuir lo cruel que puede llegar a ser esta tortura, ya que implica una de las zonas más sensibles del cuerpo humano. Al igual que la tortura de la garrucha, se suspendía en el aire al acusado con un sistema de poleas. La diferencia con lo anterior, residía en una pirámide puntiaguda, ubicada estratégicamente en la zona del ano.
Así, el torturador iba bajando al preso, pero no de forma brusca, para que no muriese en el acto, sino poco a poco para que pudiese confesar , mientras sentía cómo se le desgarraba el ano. Solo de pensarlo, ya nos estamos encogiendo en nuestro asiento.
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El potro
esta es una de las torturas clásicas, que incluso habremos visto en algún dibujo animado. También es bastante simple y no requería de maquinaria demasiado pesada, ya que solo hace falta la mesa de torturas, cuerdas, y un sistema de poleas, mediante el cual las cuerdas se van estirando.
El verdugo iba apretando y girando el sistema de poleas para que las cuerdas, atadas a las extremidades inferiores del acusado, se fueran estirando. Claro está, esto tenía un límite. El dolor de huesos era difícilmente soportable, y podían llegar a desmembrar las extremidades, aunque antes se sufría las dislocaciones, y se podía escuchar cómo los ligamentos y huesos se rompían.
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La tortuga
Esto también era un método de ejecución, ya que muy poca gente conseguía sobrevivir a esta tortura. Como puede indicar su nombre, consistía en «crear» un caparazón de tortuga, poniendo sobre el acusado una tabla, y sobre dicha tabla, grandes pesos, entre elementos de hierro, rocas, o cualquier cosa que se le ocurriese al verdugo.
Así, se llegaba a aplastar al acusado, sobre el que caía todo el peso, e incluso a veces, quedaba triturado.
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La pera
Esta es una de las peores torturas inimaginables. A veces se conoce a este instrumento como «pera vaginal», pero también se solía utilizar para el ano, y también para la boca. Su nombre, evidentemente, se debe a su forma. Pero este instrumento tenía su propio sistema, y se podía abrir. Además, el extremo puntiagudo no ayuda para nada.
Se aplicaba en la boca a predicadores heréticos, en la vagina a mujeres que tuvieran relaciones con Satanás, o en el ano, a homosexuales pasivos. Si ya el sufrimiento de tener insertado algo en tu cuerpo contra tu voluntad es horrible, imagina cuando la pera se abría por el mecanismo de tornillo del otro extremo. Esto ocasionaba la muerte, ya que la persona quedaba totalmente mutilada.
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La doncella de hierro
Se dice que esto fue sacado de La condesa de Bathory, ya que la utilizaba para desangrar a un montón de doncellas vírgenes, y utilizar su sangre para bañarse y rejuvenecerse con ello. En la película infantil «Matilda», también salía algo parecido: un cuarto oscuro y estrecho, donde había en las paredes un montón de clavos y cristales.
Pues la mecánica de esto es muy parecida, ya que este instrumento era muy temido: no solía provocar una muerte inmediata, ya que los pinchos no atravesaban a la persona, sino que hacía que se desangrase poco a poco. No era muy usado, porque a diferencia de otros elementos de tortura, no podía aumentarse la gradación del dolor de ninguna forma. Lo que aumentaba era el miedo, lo que suponía también una tortura psicológica.
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El tormento del agua
Este método de tortura era tan eficaz, que hasta hace pocos años era utilizado como tortura de los servicios secretos de algunos gobiernos, entre ellos, el de Estados Unidos. Se trataba de tumbar al acusado y taparle los ojos, y meterle por la boca una cantidad ingente de agua, para que tuviera la sensación de ahogarse.
Después, esto se modificó, poniendo al preso un trapo en la boca para que la sensación fuera más tormentosa, ya que la sensación no acababa nunca. y empezaban a aparecer convulsiones del estómago, que podía llegar a distenderse y ponerse duro. Se dice que todavía se utilizaba este tipo de torturas en Guantánamo.
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El aplasta pulgares
Solo con el nombre, ya podemos imaginar en qué consiste. Al aplicarse a partes pequeñas del cuerpo, daba mucho margen para el dolor, y conseguir finalmente una confesión. Confesión que no salvaría de una ejecución, claro está. Así pues, se introducían los pulgares en este mecanismo, que se iba apretando poco a poco.
No estaba solo el hecho de que se aplastaban los pulgares, sino que también tenían esa especie de pinchos, para que el proceso fuera aún más doloroso. Al final, los dedos quedaban completamente destrozados.