No lo neguéis. Nos ha pasado a todas. Empezamos riéndonos como tontas, y acabamos suspirando por las esquinas por el chulito del barrio. Nuestra cabeza dice que no, que es estúpido. Pero es un estúpido tan guapo… ¿Qué es lo que tienen que nos vuelven locas, loquitas, locas? Pues aquí te lo vamos a explicar.
[nextpage title=»Son inalcanzables»]

Porque pensamos que son inalcanzables
Efectivamente, es algo así. Porque ves las diferencias que hay entre tú y él: una chica normalita, ni fú ni fa, y él, ese tío lleno de seguridad, bromista y con ese toque rebelde. En realidad lo hace para llamar la atención. No la tuya, sino la de todo el mundo. Pero le funciona.
Esto hace que, sin querer, acabes pensando en él, en sus defectos. Y poco a poco, hasta esos defectos te parecen encantadores. Luego piensas en que no sois una buena pareja, que no pegáis ni con cola. Pero cuando una chispa de curiosidad se enciende y tu mente empieza a volar, mal vamos. Ya has caído.
En realidad, luego no son tan inalcanzables, y han tenido buen ojo para cazar a aquella que está interesada, pero intenta no hacerlo notar. Y es cuando se pasa al siguiente paso: la emoción.
[nextpage title=»emoción»]

Por la emoción
Eso es. Luego resulta que estos chicos no son tan inalcanzables, y te eligen a ti. Sí, esa chica del montón. Perfecto para crear la historia más romántica de todos los tiempos. Ahí es cuando la montaña rusa comienza a funcionar.
Primero me pongo a mirar el teléfono. Nada. No suena. Ni un mensaje. Ni un whatsapp. A lo mejor me ha escrito un privado en Facebook. Tampoco. Vuelvo a mirar el whatsapp. Será imbécil. Nada. Mira, mejor paso de este tío, que es un capullo. Sí. Será lo mejor. Y el teléfono suena: es él. Oh, qué mono, no me ha podido escribir porque ha estado arreglando unos asuntos.
Y vuelta a empezar. Salir con un chico malo conlleva montar esa montaña rusa una y otra vez. Y esto ya es cuestión del aguante de cada una. Pero en algún momento habrá que cambiar.
[nextpage title=»por lo espontáneo»]

Porque él es impredecible
Sí, ya hemos dicho que todo con él es pura emoción. Te llama, no te llama. Pasa días sin llamarte, y luego te da una sorpresa recogiéndote saliendo del trabajo o de clase. Puede que lo haga para marcar territorio. Pero incluso si es por eso, una parte de nosotras mismas lo adora.
Ellos buscan diversión, y buenos ratos. Así que mejor no hablar de lo mal que te sientes por esto, o por lo otro. Por tanto, puede que a veces pienses: «sería un hombre genial, si únicamente cambiara…». Y empezamos a hacer esa lista de defectos. Nos decidimos a hablarlo, o intentar mejorarlo. Pero luego nos asalta él mismo con una sorpresa de las grandes: un regalo, una excursión, cualquier tontería o gesto que no es propio de él.
Y nos termina de enamorar.
[nextpage title=»Y luego lo cambiaremos»]

Porque creemos que podemos cambiarlos
Esa es la base de toda comedia romántica: chico malo, chica sencilla, se enamoran… Pero el chico tiene un pasado, una zorra como exnovia, o un equipo de fútbol qué dirigir. Qué demonios, mejor echar por tierra todo eso a cambio de esa chica que seguro que es el amor de su vida.
No vamos a engañarnos: interiormente, tenemos la esperanza de que eso suceda. Siempre. Queremos ser esa mujer que es capaz de hacer que un hombre cambie. Pero debemos plantearnos una cosa: para ello, también debemos ser esa mujer por la que merezca la pena cambiar.
Después de esa reflexión, llega la realidad: nadie cambia así como así, y mejor tenerlo claro desde el principio.
[nextpage title=»El sexo es la clave»]

El sexo es la clave
Si buscamos una respuesta realista, debemos buscarla en el sexo. Esto tiene que ver con la personalidad, pero también con el físico. La Universidad de Michigan hizo un estudio sobre la masculinidad de los hombres. El resultado fue que las mujeres eligieron a hombres que tenían facciones más rectas, como una mandíbula cuadrada, es decir, imágenes de chicos malos como buena pareja a corto plazo. No sólo eso, sino que esos hombres, daban la impresión de que serían capaces de ser más competitivos y por tanto, más aptos para luchar por lo que quieren. En este caso, nosotras.
Vamos, que al final es cuestión de que lo que buscamos es la supervivencia de la especie. Y eso solo nos lo puede garantizar alguien lo bastante seguro como para luchar como sea por su propia existencia.
[nextpage title=»Porque nos gusta el reto»]

Porque nos gustan los retos
Sí, ya hemos dicho que nos suele gustar los hombres más competitivos, pero también hay un factor de competencia en nosotras mismas. Nos gusta competir, conseguir lo mejor.
Y cuando conseguimos ese hombre, el que se supone que es el más guapo, y por tanto, el mejor de todos, nos sentimos envidiadas. Y chicas, eso nos gusta mucho, admitámoslo. No es tanto el hombre como premio, sino la sensación de ser mejor que el resto, por haber sido capaz de superar al resto de competidoras.
Y todo esto es bueno… hasta que empezamos con el sube y baja de la propia relación.
[nextpage title=»Porque nos creemos que somos el amor de su vida»]

Porque creemos que nosotras somos la solución de sus problemas
Muchos chicos malos han tenido una infancia dura: sus padres eran muy estrictos, o no tenía padres, o incluso no tenía suficiente cariño por parte de ellos. Entonces, se nos enternece el corazón, y decidimos que es una persona a la que debemos compensar por esa falta de cariño.
Sí, puede que en algunas historias esto acabe con un final feliz, pero la verdad es que esa imagen de alma atormentada nos gusta tanto que podríamos quedarnos en esa fase para siempre. Siempre y cuando él continúe dando señales de que podría cambiar, si nosotras ponemos de nuestra parte.
Luego resulta que ni todo el cariño del mundo puede arreglar ese corazón roto, porque no tiene corazón.
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Porque los polos opuestos se atraen
Se supone que esa es la teoría del yin y el yang, ¿verdad? Que los polos opuestos se atraen, porque finalmente se complementan. Esto, queramos o no, lo tenemos interiorizado. Y el resultado es pensar que, inevitablemente, él es el amor de nuestra vida.
Aunque es cierto que los polos opuestos suelen atraerse, también es verdad que a pesar de esa atracción inicial, las relaciones de polos opuestos no suelen ser duraderas. Porque al fin y al cabo, cuando han pasado cincuenta años y ya no queda atracción, de algunas cosas habrá que hablar.
Y si no se tiene nada en común, la vida puede llegar a ser demasiado larga.
[nextpage title=»Porque parecen más interesantes»]

Porque son más interesantes
Un hombre que se hace el difícil, parece mucho más interesante. Si no sonríen tanto, empezamos a tener ganas de hacerles sonreír, es nuestra naturaleza. Lo conocido siempre es más aburrido, más soso, menos excitante.
Y como ocurre siempre en las películas, a nuestro lado está ese chico silencioso, que nos escucha, nos atiende y se preocupa. Pero nosotros tenemos únicamente ojos para ese ser desinteresado, egoísta, perdido en sus pensamientos en una esquina, mientras fuma un cigarro y se pregunta por el existencialismo.
Y luego nos preguntamos por qué nos gusta que pasen de nosotras.
[nextpage title:»pero al final…»]

Pero al final, nos quedamos con el bueno
Porque la razón principal de que nos gusten los capullos es que luego, gracias a los chicos malos, nos damos cuenta de que lo que de verdad necesitamos es un chico bueno que nos quiera incondicionalmente. Porque al fin y al cabo, nosotras también merecemos amor.
En las series y películas, pueden ocurrir dos cosas: o que al final la chica se quede con el bueno, o que el capullo cambie por ella.
Pero lo que ocurre en la realidad, es que luego todas preferimos a alguien que no nos haga sufrir. O no demasiado.