Han pasado meses desde que la mascarilla se convirtió en un complemento más de nuestro día a día. Y sigue trayendo problemas, generando dudas e incomodándonos a todos. No queda más remedio que acostumbrarse al incordio y hacer todo lo posible para convivir con ella de la mejor forma posible. Todos hemos sentido ya los inconvenientes de llevarla mucho tiempo puesta: nos duelen las orejas, salen granos en la piel, nos deja marcas en la nariz…Y, lo más incómodo de todo, las dificultades para respirar que acarrea.
Cuando subimos cuestas o escaleras, cuando hace mucho calor, al hacer deporte o ejercicio físico…La mascarilla molesta, nos llega menos aire y podemos incluso sentir que nos estamos ahogando. Científicos de todo el mundo llevan ya meses buscando una solución para arreglar el engorro y, según indican estudios recientes, parece que la solución está más cerca tuyo de lo que jamás habrías pensado.
1Sensación de falta de aire
La revista Annals of the American Thoracic Society publicó el pasado mes de agosto el artículo Facemasks and the Cardiorespiratory Response to Physical Activity in Health and Disease. El estudio, llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad de California, asegura que llevar mascarilla no tiene por qué ser un impedimento para respirar de forma correcta. Los investigadores se propusieron determinar cómo influye la mascarilla en la inhalación de oxígeno y de dióxido de carbono.
Sus descubrimientos son contrarios a la experiencia y al sentido común, pero plenamente respaldados por las evidencias científicas. Los científicos conceden que, efectivamente, llevar mascarilla aumenta la sensación de falta de aire. Pero eso no significa que esté llegando menos oxígeno a nuestros pulmones. Se trataría, al fin y al cabo, de una cuestión más psicológica que propiamente física.