Cuando empezó la pandemia me pasó por la mente (como a muchas personas de tercera edad) la idea de dejar de comprar en tiendas físicas, no solo por el riesgo de infección que conllevaba salir de casa, sino también porque comprar bajo la presión de la escasez y los cambios de precio se volvía cada vez más angustiante.
Fue entonces que mis nietos comenzaron a hablarme sobre las compras por Internet, y la forma en la que estas podrían ayudarme a seguir comprando de forma cómoda y sin correr ningún riesgo. ¡Me sentí como una niña aprendiendo algo completamente nuevo!
Pensando en cómo podría cambiar mi vida el uso de estas nuevas tecnologías, comencé a registrar de qué manera estaba cambiando mi forma de comprar a la vez que me protegía del virus. Esto fue lo que aprendí de mí misma:
¿Cómo cambió mi forma de consumir?
El primer cambio que noté fue que mi proceso de compras era mucho más concienzudo que en el pasado. Ya no se trataba de ver el producto que quería y pasar por una caja registradora, sino de realmente estudiar el precio, la calidad y las alternativas que tenía al momento de elegir en qué gastaba.
Adicionalmente, al comprar a través de Internet me percaté de que es mucho más sencillo encontrar productos que se adapten mejor a mis necesidades, ya que el catálogo disponible es significativamente más grande que el que tenía al visitar tiendas de mi localidad.
Ante esto pude ver cómo muchas empresas comenzaron un proceso de fortalecimiento para adaptarse mejor a las necesidades de consumidores como yo. El caso de Carrefour fue uno de los más importantes de los últimos meses, comprando más de un centenar de tiendas de la cadena Supersol para potenciar sus canales de distribución digital.
¿Qué es lo que más compré?
Claramente, los alimentos fueron los productos más importantes para mi durante los primeros meses de pandemia, acompañados únicamente por lo referente al higiene, cuidado personal y del hogar.
Sin embargo, con el paso de los meses y una crisis sanitaria cada vez más apaciguada (por lo menos hasta hace algunas semanas), tuve la posibilidad de dedicar parte de mi presupuesto a otro tipo de productos, como electrónica, línea blanca, e incluso algunas prendas de vestir.
Con la aparición de descuentos especiales como los Súper Chollos del próximo folleto de Carrefour, con ofertas de entre 10% y 20% alimentos, productos para el cuidado personal y equipo de cocina, o los descuentos de cadenas como Aldi, incluyendo precios bajos en remodelación e indumentaria, cada vez es más sencillo ahorrar.
La compra no terminaba al pagar
Finalmente, el mayor cambio que presencié desde la “llegada” del Internet a mis compras periódicas fue el envío de productos.
Lo primero fue la entrega a domicilio de productos. Luego de varios meses de cuarentena puedo asegurar que un precio y velocidad de entrega a domicilio atractivo es casi tan importante para mi como el producto en sí.
En conjunto con esto, observé que muchas empresas locales comenzaban a fusionar la experiencia de consumo por Internet con la tradicional, invitándonos a visitar establecimientos (de forma segura) pero concretando las compras a través de Internet, o viceversa.
Al mismo tiempo, otras comenzaron a hacerme regalos con la entrega de productos, a crear paquetes personalizados de acuerdo a mis compras, e incluso a hacer un seguimiento digital luego de concretado el consumo.
Evidentemente no soy una niña otra vez tan solo por descubrir las compras por Internet, pero definitivamente el uso de Internet para algo tan básico como mis compras cambió una parte esencial de mi rutina y le dio un aire completamente nuevo a una actividad que se volvía cada vez más tediosa a mi edad.