Cees Nooteboom revive su «existencia nómada» al recoger desde Holanda el Premio Formentor 2020

El escritor holandés Cees Nooteboom ha recibido este 18 de septiembre el Premio Formentor de las Letras 2020 y en su discurso de recepción, emitido a través de la web de la Fundación Formentor (‘www.fundacionformentor.com’) dadas las restricciones sanitarias vigentes con motivo de la pandemia, ha revivido su trayectoria literaria marcada por su «existencia nómada» al tiempo que ha hecho alusión a «los tiempos inciertos» que se viven en la actualidad.

«Es posible que escuchen ustedes una leve vacilación en mi voz, porque el tiempo en el que vivimos es un tiempo incierto en que las cosas que damos por sentadas no siempre son seguras«, ha afirmado el autor al inicio de su discurso, que escribió a finales de mayo y en el que ya apuntaba la posibilidad de no poder estar físicamente en el Hotel Formentor a Royal Hideaway, situado en el cabo de Formentor, en la isla de Mallorca, donde tradicionalmente tiene lugar la ceremonia de entrega.

Este año, sin embargo, se han adoptado «medidas de excepción«, como han explicado desde la organización, que han tomado esta decisión «en virtud de las restricciones sanitarias, la prudencia y el sentido común que recomiendan evitar las aglomeraciones públicas» para prevenir la expansión de la pandemia. Por ello, el limitado público asistente ha tenido ocasión de seguir el discurso desde una de las salas del hotel, donde se retransmitía la señal de la web de la Fundación Formentor, que también retransmitirá en directo las Conversaciones Literarias de Formentor, que se celebrarán entre el 19 y el 20 de septiembre.

«Escribo estas palabras el último día del mes de mayo. Tal como están las cosas ahora, existe aún la posibilidad de que el virus que actualmente domina el mundo nos juegue una mala pasada, y, en tal caso, no estoy hoy, el 18 de septiembre, aquí en Palma de Mallorca delante de ustedes, sino en otro lugar, donde ustedes no están, lo cual sería de lamentar», ha indicado el poeta, novelista, ensayista y crítico de arte.

Nooteboom –que vive en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania– publica en español este otoño Venecia (Siruela). Por ello, sus alusiones a España también han estado presentes en su discurso: «La isla en la que se encuentra Formentor es vecina de mi isla, Menorca, que no es mía, por supuesto, aunque yo diga ‘mi isla’, pero sí es el lugar donde he escrito gran parte de mis libros y poemas en los últimos cincuenta años.

De modo que el premio que recibo es para mí, en cierto sentido, como llegar a casa, con lo que no quiero decir que se me haya otorgado por esta razón, claro está, si bien estoy convencido de que la isla más pequeña ha sido una inspiración esencial para mi obra a lo largo de todos esos años».

El autor ha reflexionado también sobre las circunstancias que rodean al forjamiento de un escritor. «¿Cuándo se convierte uno en escritor? ¿Es gracias a la lectura o gracias a la vida? ¿O es por una combinación accidental o, por el contrario, intencionada de ambas?», se ha preguntado, recordando las veces que se paraba a pensar en el bosque junto a un arroyo, mientras iba a hacer recados.

«A veces pienso que mi escritura comenzó en aquel lugar, sin poner una palabra sobre el papel. Me sentaba allí y pensaba, una forma de absentismo y de clandestinidad que ahora sé que es parte integral de la escritura», ha asegurado.

«En el seminario donde cursé el bachillerato clásico yo no había leído ni a Borges ni a Beckett. ¿Influye la forma en la que discurre tu vida en la manera en que buscas tu camino en la literatura? –ha relatado–.

Tenía yo suficientes razones para preguntarme esto, porque, al igual que muchos de mis contemporáneos nacidos antes de la guerra (soy del 33) que aún vivieron, de forma más o menos consciente, suficientes años de aquella época como para haber sido tocados por ella definitivamente, aquella guerra, sin que yo me diera cuenta entonces, se convirtió también para mí en una fuerza nada desdeñable que afectaría mi vida y, por lo tanto, mi escritura, a causa del inevitable caos que la acompaña».

En este punto, ha recordado el divorcio de sus padres en el último año de la II Guerra Mundial, la muerte de su padre en 1944, la destrucción de su casa en La Haya por un bombardeo –«todavía conservo en mi retina la imagen de aquel irreconocible montón de piedras»– o el hecho de que su madre volviera a casarse en 1948 «con un hombre extremadamente católico» lo que «supuso un nuevo giro» en su biografía, ya que fue internado en un seminario de franciscanos, y después, al ser expulsado, en otro de Agustinos.

«Por primera vez hubo orden en mi vida, tal vez gracias a los frailes, pero en especial gracias al horario estricto que impera en un seminario, y, con toda seguridad, gracias a los clásicos que allí me enseñaron y que ejercerían una influencia duradera en mi obra, que a partir de aquel momento, por el orden benéfico y por el caos que yo mismo me creé, se caracterizaría por una continua existencia nómada. Yo no podía imaginarme en una universidad, mi universidad sería el mundo.

No creo que por aquel entonces ya quisiera ser escritor. Tanto el orden como el caos se convirtieron en parte de mi vida: el caos de estar siempre en camino unido a la necesidad de escribir sobre ese estar en camino, y mi obsesiva y tenaz curiosidad gracias a la cual aprendía idiomas mientras viajaba», ha enfatizado.

Sobre la influencia de otros autores consagrados en su literatura, ha hecho referencia a Sartre, Faulkner y los clásicos que estudió en el seminario, como Ovidio y Homero, así como escritores holandeses desconocidos para el público español. Y se ha lamentado: «En mi casa no se leía, al menos no aquellos libros que fascinan a quien más tarde será escritor. ¿Cómo funcionan esas cosas?». «Es una escuela dura en la que uno mismo hace de alumno y de profesor, una escuela que te acompañará toda la vida con descubrimientos siempre nuevos. Por aquel entonces no tenía yo muchos amigos literatos; vagaba por una inmensa selva, no para buscar, sino para encontrar», ha afirmado.

«AMAZON E INTERNET: ENFERMEROS EN EL HOSPITAL EQUIVOCADO»

Para el jurado de esta edición, el galardonado con el Premio Formentor 2020 es un escritor viajero que ha hecho del nomadismo una actitud filosófica, estética y espiritual. Al respecto, el galardonado ha asegurado que en su vida ha tenido «que responder con frecuencia a la pregunta de por qué viajo tanto, y, como reacción a la constante incomprensión hacia mi supuesta inquietud, he desarrollado un mecanismo de defensa que tiene que ver con mi pasado, con aquel par de años en el seminario» por lo que ha desarrollado «una fascinación por los monasterios» que le ha acompañado toda la vida: «Me he construido mi propio monasterio, sin cofrades, con la infinita serie de habitaciones de hotel que he ocupado: celdas para leer, escribir y pensar».

Nooteboom también ha hecho un alegato al papel de las librerías que, como ha defendido, «son para los escritores una de las fuentes de inspiración más importantes». «Si algo nos ha demostrado la pandemia es que el periodo de cierre de librerías ha convertido a los lectores y a los escritores juntos en tristes huérfanos, algo que ni Amazon ni internet pueden remediar, pues no son sino enfermeros en el hospital equivocado», ha zanjado.

Su discurso ha finalizado de nuevo con referencias a sus primeros pasos en el mundo literiario: «Pienso que la imagen de mi madre absorta en la lectura de un libro me condujo hacia la literatura». «Para enfrentarme al mundo vivo que me rodeaba, no estaba yo muy preparado; este lo tuve que descubrir por mi cuenta, lo cual solo es posible si uno se expone al azar», ha reconocido, para concluir con menciones a Proust, Pessoa, Kawabata, Mishim, Celan, Joyce y Heidegger, entre otros, que confluyen en todo lo que «había vivido y había viajado».