Estados Unidos y China nunca antes habían alcanzado tanta tensión en sus relaciones comerciales, como hasta hoy, con la administración de Trump, al punto de que muchas multinacionales, entre ellas Apple, se han visto obligadas a hacer modificaciones en sus cadenas de suministro para evitar la “guerra arancelaria” que ha impulsado Washington.
Pues bien, en un contexto tan complejo como este, la empresa de la “manzana mordida” logró posicionarse entre los gigantes tecnológicos con una estrategia que ha dejado a más de uno boquiabierto. Apple diseñó una estrategia que le permitirá mantener su competitividad a nivel mundial y lo mejor de todo, es que no se trata de una simple improvisación, solo han logrado reducir el impacto fiscal derivado de los aranceles de Trump.
Se trata de una estrategia implementada a tiempo, basada en el estudio detallado del entorno geopolítico actual. La compañía actuó de manera anticipada y evitando cambios normativos logró redirigir parte de su producción fuera de China, sin renunciar del todo al gigante asiático como núcleo industrial.
Y por si fuera pequeña la hazaña, Apple al mismo tiempo desplegaba una intensa labor de lobby en Washington, defendiendo que los aranceles perjudicarían directamente al consumidor estadounidense. Así, con movimientos medidos y una diplomacia empresarial eficaz, la compañía logró lo que muchas no pudieron: mantenerse al margen de los costes extra que el conflicto comercial acarreaba.
Diversificación geográfica: el movimiento clave en la cadena de producción de Apple
El objetivo de la estrategia implementada por la Apple era cambiar por completo su cadena de suministros, es decir, evitar que su producción no estuviera concentrada en China, en un intento de diversificar su producción, ya que las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China se encuentran en su punto más álgido, por lo que la compañía aceleró el traslado de parte de su ensamblaje a países como India y Vietnam.
Con la implementación de esta estrategia, Apple no solo demostró que podía mantenerse en la cúspide, incluso a pesar de los aranceles de Trump, sino que también reforzó su resiliencia ante futuras tensiones geopolíticas.
Se trataba de reducir la dependencia importante que mantiene la compañía del país asiático. Con esta jugada, Apple envió un mensaje claro sobre su capacidad de adaptación en un entorno global incierto. Al final, Apple consiguió lo que parecía improbable: mantener el ritmo de producción global sin asumir directamente los costes arancelarios derivados del conflicto comercial.
El papel del lobby: Apple negocia directamente con la Casa Blanca
Pero la jugada de Apple no se limitó al movimiento logístico, sino que al mismo tiempo iniciaba una estrategia diplomática de alto nivel que involucraba a sus más altos ejecutivos y a la administración del Gobierno de Trump. El mismísimo Tim Cook, consejero delegado de la compañía, mantuvo reuniones recurrentes con el presidente para exponer los riesgos que los aranceles suponían no solo para Apple, sino para la competitividad tecnológica de Estados Unidos.
El representante de Apple tenía como objetivo tratar de demostrar que al eliminar los impuestos a productos como el iPhone o el Apple Watch solo beneficiaría a rivales internacionales y acabaría afectando al consumidor estadounidense. Lo cierto es que gracias a esta jugada, la compañía logró obtener exenciones puntuales para ciertos componentes e incluso retrasos en la entrada en vigor de algunos aranceles.
Después de todo este despliegue de diplomacia, se evidenció una vez más la gran capacidad de influencia de la compañía en Washington, en un momento en el que muchas otras compañías apenas lograban respuestas a sus peticiones. Lejos de los focos, Apple se movió con discreción, pero con eficacia, en el terreno del lobby, no se dedicó a perder el tiempo, sino que desplegó varias estrategias al mismo tiempo, convirtiéndose en uno de los pocos gigantes tecnológicos capaces de moldear el discurso económico de la Casa Blanca.
Una estrategia silenciosa, pero efectiva: cómo Apple protegió su rentabilidad
En ese momento de tensión, otras compañías se enfrentaban al gran impacto económico generado de la guerra arancelaria impulsada por Estados Unidos en sus márgenes de ganancia, mientras Apple aplicó una estrategia de contención que le permitió sortear el golpe sin trasladar los costes al consumidor. Mediante una reestructuración ágil de su red de proveedores, la firma evitó aumentos significativos de precios y mantuvo su catálogo competitivo en el mercado internacional.
Una estrategia como esta fue aplaudida inicialmente por los usuarios de la compañía, pero al mismo tiempo por los inversores, quienes mostraron una gran preocupación por las consecuencias económicas de esta guerra comercial. Además, Apple aprovechó su posición de liderazgo para negociar condiciones más favorables con algunos de sus socios logísticos y tecnológicos.
La gran capacidad de maniobra de Apple la posicionó nuevamente en la cúspide de los gigantes tecnológicos en plena guerra arancelaria, sin comprometer la calidad de los productos y lo mejor de todo, sin afectar los plazos de entrega. La empresa demostró así que, incluso en contextos adversos, es posible combinar prudencia empresarial y visión estratégica sin alterar la percepción de marca ni poner en riesgo su rentabilidad.