Meta ha soltado una bomba al anunciar que se va de la Torre Glòries en Barcelona, dejando en vilo a unos 2.000 trabajadores que tenían ahí su base. La empresa, que ocupaba varias plantas de famosos rascacielos a través de una subcontrata, ha decidido cerrar ese capítulo como parte de un plan mundial para apretarse el cinturón.
Esto ha puesto a los empleados en una situación complicada, con más preguntas que respuestas, justo cuando el mercado laboral está que arde y encontrar algo nuevo no es tarea fácil. Que Meta baje la persiana en esas oficinas ha pegado fuerte al mundillo tecnológico de Barcelona, una ciudad que en los últimos años se había convertido en imán para las grandes multinacionales.
La jugada viene en medio de una racha de recortes que está sacudiendo a muchas empresas del sector, y eso hace que cunda el nerviosismo sobre si los trabajos en esta industria seguirán siendo un terreno seguro. Mientras los afectados esperan a ver qué pasa con sus puestos, todavía no está claro cómo va a repercutir esta marcha en el bolsillo y en el tejido empresarial de la capital catalana.
Un recorte global con impacto local: las razones detrás de la decisión de Meta
Meta ha dado un volantazo y ha decidido dejar la Torre Glòries en Barcelona para meterle tijera a sus gastos, algo que está haciendo por todo el mundo. La compañía, que lleva un tiempo viendo cómo sus ingresos se enfrían y sintiendo la presión en el sector tecnológico, está poniendo orden en casa con varios ajustes.
Entre ellos, ha optado por aligerar su presencia en algunas ciudades y moverse hacia un modelo más suelto, sin tanto peso en oficinas fijas. Que se vaya de este rascacielos tan conocido en la capital catalana es una señal de que Meta está intentando cuadrar las cuentas en un momento económico que no pinta fácil.
En Barcelona, la empresa había montado un centro grande para moderar contenido y atender a los usuarios, una pieza clave en su maquinaria digital. Pero ahora, con máquinas que hacen cada vez más de ese trabajo y la posibilidad de llevarse esas tareas a sitios donde la mano de obra sale más barata, ya no hace falta una sede tan imponente.
Además, el bache que están pasando muchas tecnológicas grandes ha obligado a Meta y a otras a rehacer sus estrategias para sacar más provecho al dinero. Que se larguen de la Torre Glòries no es solo un cambio de estrategia en la empresa, sino que deja a un montón de trabajadores mirando al futuro con más dudas que certezas.
Incertidumbre laboral: el futuro de los 2.000 empleados afectados
El portazo de Meta en la Torre Glòries ha puesto en jaque el futuro de unos 2.000 trabajadores que ahora no saben qué les espera. La mayoría se dedicaba a revisar contenido y dar soporte técnico, tareas que han sido el corazón de la empresa durante años. Pero con el cierre de este sitio, esos empleos podrían acabar mudándose a otro país o, peor aún, desaparecer del mapa.
Los afectados no esconden su inquietud: apenas hay noticias sobre si los reubicarán en otro lado dentro de Meta o si les ofrecerán alguna compensación decente. Pero la problemática se agrava porque este cambio de sede no solo afecta a los trabajadores directos de Meta, sino que salpica a las empresas subcontratadas que funcionaban dentro de esas oficinas.
Y es que al parecer en la Torre Glòries no solo trabajaban los trabajadores de la compañía tecnológica, sino que también trabajaban trabajadores de compañías que prestaban servicios que iban, desde la atención al cliente hasta limpieza o seguridad, y ahora están en un limbo, pendientes de cómo se mueve el sector tecnológico en Barcelona y de si pintan nuevas oportunidades en otras empresas.
Los sindicatos y quienes defienden a los trabajadores han alzado la voz, pidiéndole a Meta que ponga las cartas sobre la mesa y asegure un trato justo para los que se quedan en la calle, sobre todo en un momento en que el empleo en el mundo digital está cada vez más tambaleante.
Consecuencias para Barcelona: ¿qué significa esta salida para el sector tecnológico?
Que Meta abandone la Torre Glòries le pega un buen golpe al mundillo tecnológico de Barcelona. La ciudad llevaba años luciendo como un imán para empresas digitales, con su gente preparada y ese lugar estratégico que tiene en el mapa europeo. Pero esta decisión puede sonar como una mala señal para otras multinacionales que estaban pensando en poner un pie aquí.
Si las oficinas grandes empiezan a cambiarse por teletrabajo y operaciones desperdigadas, Barcelona podría perder fuerza como centro tecnológico fuerte. Más allá de los empleos que se tambalean, la marcha de Meta deja huérfano uno de los edificios más reconocibles del horizonte barcelonés. Esto le pone las cosas difíciles al mercado de oficinas, que ahora tiene que buscar quién ocupa un sitio tan grande.
Y no solo eso: que una de las tecnológicas más gordas del planeta se vaya planteando dudas sobre hacia dónde va el sector digital en la ciudad. Los que mandan en el ayuntamiento y las empresas de la zona van a tener que ponerse las pilas y armar un plan para que Barcelona no pierda combustible y evite que otras compañías sigan los pasos de Meta.