La Unión Europea y Bruselas atraviesan uno de sus momentos más críticos en décadas en cuanto a estabilidad política y militar se refiere. En un discurso contundente y sin rodeos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha puesto a los países miembros frente a una realidad inquietante: la paz en el continente no está asegurada y el riesgo de un conflicto armado traducido en guerra es más tangible de lo que muchos quisieran admitir.
Palabras más, palabras menos, desde Bruselas el mensaje es claro: Europa debe despertar y actuar con urgencia para blindar su seguridad y la de sus ciudadanos, ante las crecientes amenazas que la acechan, amenazas que como nunca antes vienen de diferentes partes del mundo al mismo tiempo.
El telón de fondo de esta advertencia no podría ser más sombrío. La guerra en Ucrania sigue su curso, las tensiones con Rusia escalan sin freno y las alianzas que antes daban estabilidad al bloque muestran signos de desgaste, sobre todo desde la llegada de Trump al poder en Estados Unidos.
Von der Leyen no ha dudado al señalar que el tiempo de la complacencia ha terminado. La UE, según sus palabras, necesita reforzar sus defensas y unirse como nunca antes para enfrentar un panorama geopolítico que se torna cada vez más hostil.
El plan de emergencia de Bruselas para Europa
Pero la estrategia de Bruselas no se queda en discursos y en simples amenazas como en otras ocasiones ha ocurrido. La Comisión Europea ha trazado un plan ambicioso para que Europa esté lista ante cualquier eventualidad. A nivel ciudadano, la consigna es simple, pero tajante: cada hogar debe tener provisiones básicas, agua, comida, medicamentos y baterías, para resistir al menos tres días sin ayuda externa a cualquier situación de riesgo (no solo guerra, también casos como la reciente dana de Valencia).
Inspirados en países como Finlandia, expertos en preparación civil, los líderes europeos quieren que las familias sean el primer dique de contención frente a crisis, ya sean desastres naturales o ataques cibernéticos. A gran escala, la UE también está moviendo fichas. Se habla de maniobras militares conjuntas, cursos de capacitación y una plataforma digital que informa a la población sobre riesgos y refugios.
Tanta es la seriedad del discurso de Von der Leyen, que además el bloque planea coordinar reservas estratégicas de medicamentos, energía y alimentos para no depender de terceros en caso de emergencia, una estrategia que para muchos ciudadanos ya se tendría que haber trabajado. Es un giro hacia una mentalidad de autosuficiencia y resistencia que busca convertir a la Unión en un actor sólido frente a las tormentas que se avecinan.
La guerra mantiene en vilo a Bruselas
No es difícil entender por qué Bruselas está tan preocupada, según los expertos. El deterioro de la seguridad en Europa no es un secreto: la guerra en Ucrania ha expuesto la fragilidad del orden regional, los ciberataques amenazan infraestructuras vitales y por si fuera poco, el cambio climático multiplica los desastres naturales.
A esto se suma el temor de que Rusia, o incluso otras potencias, puedan poner a prueba la cohesión europea. Y luego está el elefante en la habitación: la incertidumbre sobre si Estados Unidos seguirá siendo el aliado incondicional de siempre. Y es aquí donde, según los expertos, surge la preocupación de Europa, porque desde la llegada de Trump al poder las relaciones entre los continentes han cambiado.
Frente a este cóctel de riesgos, la UE está decidida a no quedarse de brazos cruzados. Rearme, mayor colaboración entre civiles y militares, y una lucha frontal contra la desinformación son parte de la receta, todo lo que se tenga que hacer para proteger a la población y a sus fronteras.
Bruselas quiere que los europeos no solo estén preparados, sino que interioricen una nueva forma de pensar: la seguridad ya no es un lujo, sino una necesidad cotidiana. Una medida que también ha generado preocupación en la población.
¿Responderá Europa al desafío?
Pero lo cierto es que aunque todo esto suena bien sobre el papel, la realidad es más complicada. La estrategia de Bruselas depende de que los 27 Estados miembros remen en la misma dirección, algo que no siempre ha sido fácil.
Algunos gobiernos ya han levantado la ceja ante los costes de estas medidas, porque este plan de rearme de la Unión requiere de un presupuesto, y muchos países ya están preguntándose quién pagará la cuenta y cómo se repartirán las cargas. Sin embargo, desde la Comisión insisten: invertir ahora en prevención es mucho más barato que lidiar con las consecuencias de una crisis sin estar preparados.
La pandemia ya dejó en evidencia las costuras de la cooperación europea, y Bruselas sabe que no puede permitirse otro traspié. Por eso apuesta por simulacros conjuntos y hasta por un «día europeo de preparación» para unir a los países en torno a una causa común. La gran incógnita es si los líderes nacionales tendrán la voluntad y la visión para responder al llamamiento. En un continente donde la historia ha demostrado que la unidad es frágil, el futuro de Europa pende de un hilo, y Bruselas lo sabe.