El barrio de Malasaña en Madrid ha tenido que volver a despedirse de uno de los establecimientos más míticos del Distrito Centro. En la calle del Barco número 34 se encontraba un local con el mismo nombre de la vía, la sala BarCo (que hacía un juego de palabras con Bar & Co), que ha cerrado sus puertas hace tan solo unos días tras acordar la venta del local.
«Os confirmamos que después de grandes conciertos, grandes jams y grandes momentos, la sala BarCo cierra sus puertas. Os echaremos de menos», explicaban los responsables del local en un escueto comunicado compartido a través de las redes sociales. Más allá de la sorpresiva noticia, únicamente dejaban claro que este domingo 16 de marzo se llevaba a cabo la última apertura de puertas.
BarCo llevaba funcionando en Malasaña desde hace más de dos décadas (se estrenó con ese nombre en el año 2004), habiéndose convertido en uno de los lugares favoritos de multitud de madrileños aficionados a la música y al ocio de la noche capital española. Cuenta con permiso para estar abierto hasta las 05:30, permitiendo un aforo aproximado de 270 personas en un local que supera los 200 metros cuadrados.
Según ha podido saber eldiario.es, el local estaba en venta desde hace al menos tres meses, ofreciendo como activo principal tener licencia de sala de fiestas y salida de humos en una zona donde, por limitaciones de ruido, no se pueden abrir más negocios.
Si bien en el momento de escribir estas líneas todavía no se ha avanzado qué pasará con el espacio que ha ocupado hasta ahora la sala BarCo, una antigua trabajadora del local de Malasaña cuenta en exclusiva al diario Qué! que apunta a convertirse en una coctelería moderna que pinche música house. «Huele a pijo y caro», nos dice. Mientras, otras fuentes apuntan a un restaurante, pero resulta extraño que no aprovechase la posibilidad de cierre hasta altas horas de la madrugada.
Quejas sobre acoso de la Policía y el auge de pisos turísticos en Malasaña
Germán Ormaechea, más conocido como DJ Moderno, también ha compartido su visión al respecto, poniendo también a Airbnb y a la Policía en la ecuación. «Da mucha pena porque es una sala que durante muchos años ha apostad, prepandemia a diario y pospandemia de miércoles a domingo, por la música en directo, las mejores jams de Madrid, conciertos, sesiones, libertad artística…», explica uno de los artistas que ha estado pinchando en la sala hasta el último fin de semana de apertura.
«Va en línea con todo lo que está pasando con el barrio de Malasaña: viviendas turísticas y acoso y derribo por parte de distrito Centro y la Policía, buscando excusas para multar locales», sentencia, un discurso que va en línea de lo que se le ha filtrado a otras personas cercanas a la sala, que también hablan en términos de «acoso de la Policía Municipal por órdenes». Según ellos, agentes policiales se presentan en lugares de este tipo por cualquier nimiedad, y los habituales de la zona creen que el único fin es entorpecer el funcionamiento habitual de una sala de fiestas y acabar menoscabando su acogida o popularidad.
Ha habido acoso y derribo por parte de distrito Centro y la Policía, buscando excusas para multar locales
Germán Ormaechea, DJ que pinchaba en la sala BarCo
Los vecinos de Malasaña recuerdan las transformación de las antiguas propuestas de la zona, desde ‘El Escueto’, pasando por ‘África’ y llegando hasta la pizzería ‘Rómulo y Remo’. También hace poco se cerró la tienda de cómics ‘Elektra’, trasladada a Arganzuela por una subida del alquiler que, en muchas ocasiones, es una medida de presión para que los inquilinos o comerciantes abandonen un lugar que acabará convirtiéndose en piso turístico.
Denuncian que el Ayuntamiento de Madrid está permitiendo que desplacen a la población original de los barrios a cambio de otra generalmente con mayor poder adquisitivo. Como otros lugares del Distrito Centro de la capital, Malasaña es uno de los barrios madrileños más afectados por la gentrificación y el auge de Airbnb, que se acaba instaurando en muchas ocasiones tras prácticas especuladoras de los propietarios.
Mientras, Airbnb lucha contra las restricciones a pisos turísticos
Todo lo que está sucediendo en multitud de barrios madrileños como Malasaña y en el resto de las grandes ciudades españolas contrasta con la posición de Airbnb, que esta semana ha seguido dando pasos para combatir las restricciones a pisos turísticos presentes en Cataluña, donde el 45 % de los municipios no cuenta con oferta hotelera (ahí entra Airbnb). La empresa de reserva de apartamentos lleva desde noviembre del año pasado solicitando al alcalde de Barcelona, Josep Collboni, levantar la moratoria aprobada en 2014 sobre este tipo de viviendas.
Como el Tribunal Constitucional ha avalado la normativa autonómica que limita las licencias recientemente, este mismo 19 de marzo la compañía volvió a dirigirse al político catalán y al presidente de la Generalitat Salvador Illa aceptando las restricciones a los alquileres pero pidiendo que se apliquen solo en las zonas donde se justifique el problema de acceso a la vivienda y la masificación turística, no «de manera indiscriminada». De igual forma, exigen que la normativa diferencie entre anfitriones profesionales y ocasionales.
«El último censo de viviendas del INE muestra que el número de viviendas vacías en Barcelona es casi ocho veces superior al número de licencias de viviendas turísticas en la ciudad», explican desde Airbnb. «Airbnb propone trabajar con las autoridades catalanas para desarrollar una normativa que incentive la dispersión del turismo».