Especial 20 Aniversario

Cuando comer se convierte en una lucha, este trastorno está detrás

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Tragar sin dolor o dificultad es algo que muchos damos por sentado. El acto de comer se convierte en una verdadera tortura para quienes padecen acalasia, un trastorno digestivo poco conocido pero tremendamente limitante en el día a día. Esta afección, caracterizada por la incapacidad del esófago para relajarse y permitir el paso de los alimentos hacia el estómago, puede transformar cada comida en una auténtica pesadilla para quienes la sufren.

La acalasia actúa como un ladrón silencioso que roba gradualmente el placer de disfrutar de la gastronomía y las reuniones sociales alrededor de una mesa. Sus síntomas pueden confundirse inicialmente con otras patologías digestivas más comunes, lo que retrasa su diagnóstico y tratamiento. Por ello, resulta fundamental conocer las señales de alarma y comprender los mecanismos de este trastorno que, aunque no pone en riesgo la vida de forma inmediata, sí merma considerablemente la calidad de vida de quienes lo padecen, haciendo que cada bocado se convierta en una verdadera batalla.

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LA ACALASIA: EL ENEMIGO SILENCIOSO DE LA ALIMENTACIÓN

La acalasia es un trastorno motor del esófago que afecta aproximadamente a 1 de cada 100.000 personas cada año. Esta patología se caracteriza por la ausencia de peristaltismo (movimientos coordinados) en el esófago y por la incapacidad del esfínter esofágico inferior para relajarse adecuadamente durante la deglución. En términos más sencillos, cuando una persona sana traga, el músculo al final del esófago se relaja permitiendo que los alimentos pasen al estómago, pero en la acalasia este mecanismo falla, provocando la acumulación de comida en el conducto esofágico.

Las causas exactas de la acalasia siguen siendo objeto de estudio, aunque las investigaciones apuntan a una combinación de factores genéticos, autoinmunes e incluso infecciosos. Lo cierto es que la enfermedad suele manifestarse de forma gradual, con síntomas que van empeorando con el tiempo si no se recibe tratamiento adecuado. Numerosos afectados relatan cómo pasaron años adaptando su forma de comer a las limitaciones que experimentaban, confundiendo inicialmente sus problemas con simples molestias pasajeras o atribuyéndolos a episodios de estrés, cuando en realidad estaban frente a los primeros signos de un trastorno crónico que requiere atención médica especializada.

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