Zoológicos humanos, un capítulo de los más oscuros de la historia occidental

A lo largo de los siglos XIX y XX, un fenómeno perturbador, conocido como «zoológicos humanos», manchó la historia de la humanidad. Estos espectáculos, disfrazados de entretenimiento y educación, exhibían a personas de culturas no occidentales, a menudo en entornos que imitaban sus hábitats «naturales», reforzando estereotipos racistas y la supuesta superioridad de las culturas occidentales.

Si bien el término «zoológico humano» se utiliza ahora para describir estas exhibiciones, en su época se les conocía con nombres como «aldeas étnicas», «exhibiciones coloniales» o simplemente como parte de ferias mundiales y circos. Su popularidad alcanzó su punto máximo entre finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con el auge del colonialismo europeo.

Algunos de los ejemplos más conocidos, aunque infames

La Exposición Universal de París de 1889: Presentó una «villa senegalesa» donde se exhibían personas de Senegal. Este evento atrajo a millones de visitantes y se considera un ejemplo paradigmático de este tipo de exhibiciones.


La Exposición Mundial de St. Louis de 1904: Incluyó una variedad de «aldeas» que representaban diferentes culturas, desde Filipinas hasta África y pueblos originarios de América. La exhibición de los pigmeos Mbuti del Congo fue particularmente controvertida.


Jardin d’Agronomie Tropicale de París: Aunque no fue concebido inicialmente como un zoológico humano, este jardín botánico albergó pabellones que representaban las colonias francesas y, en ocasiones, incluyó a personas en las exhibiciones. Aún conserva vestigios de esta historia, lo que lo convierte en un recordatorio incómodo de este pasado.

El caso de Bélgica de 1958 se refiere a una exhibición de personas congoleñas en la Exposición Universal de Bruselas. Este evento, a pesar de ocurrir después de la Segunda Guerra Mundial y en un contexto de creciente conciencia sobre los derechos humanos, aún incluyó esta exhibición anacrónica y ofensiva. La presión pública y la condena internacional contribuyeron a su cierre, marcando un punto de inflexión en la historia de los zoológicos humanos en Europa.

En cuanto al Retiro de Madrid, es importante aclarar que no se trató de un zoológico humano en el mismo sentido que las exhibiciones de la Exposición Universal de París o St. Louis. Si bien existieron exhibiciones de personas de diferentes culturas en el Retiro, estas se enmarcaron dentro de un contexto histórico diferente y con características particulares.

Durante el siglo XIX y principios del XX, el Retiro albergó exhibiciones etnográficas que, si bien reproducían algunos de los elementos problemáticos de los zoológicos humanos, también tenían un componente de estudio antropológico, aunque desde una perspectiva colonialista. Estas exhibiciones, conocidas como «Ferias de las Naciones», mostraban a personas de Filipinas, Cuba, Marruecos y otras regiones, a menudo en recreaciones de sus entornos.

Es crucial analizar estas exhibiciones con una mirada crítica, reconociendo la problemática representación de las culturas no occidentales y la perpetuación de estereotipos. Sin embargo, también es importante diferenciarlas de las exhibiciones puramente para el entretenimiento que caracterizaron a los zoológicos humanos más conocidos. La intención, al menos oficialmente, no era solo exhibir a personas como especímenes exóticos, sino también mostrar sus costumbres y culturas, aunque desde una perspectiva sesgada.

Estos zoológicos humanos no solo exhibían a personas, sino que a menudo las obligaban a realizar tareas, rituales o danzas «tradicionales» para el entretenimiento del público. Las condiciones de vida eran a menudo precarias y muchos de los exhibidos sufrieron enfermedades y traumas psicológicos.

Aunque la práctica de los zoológicos humanos disminuyó significativamente después de la Segunda Guerra Mundial, con la creciente condena del racismo y la descolonización, algunos ejemplos persistieron hasta bien entrado el siglo XX.

El legado de los zoológicos humanos es un capítulo oscuro de la historia que nos recuerda la importancia de luchar contra el racismo y la discriminación en todas sus formas. Es crucial recordar y aprender de este pasado para construir un futuro más justo e igualitario.

Zoologicos humanos fuera de Europa

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Si bien los zoológicos humanos se asocian a menudo con Europa y la época colonial, este fenómeno lamentablemente no se limitó al viejo continente. Existieron ejemplos de exhibiciones similares en diversas partes del mundo, incluyendo México y otros países no europeos.

En México, durante el Porfiriato, se llevaron a cabo exhibiciones de personas indígenas en ferias y exposiciones, presentándolas como parte del «exotismo» nacional. Estas exhibiciones, aunque a menudo disfrazadas de celebraciones culturales, reforzaban estereotipos y contribuían a la marginación de las comunidades indígenas. Un ejemplo notable es la exhibición de yaquis en la Exposición Universal de París de 1889, donde se les presentó como «salvajes» para el público europeo.

En Estados Unidos, los zoológicos humanos también fueron una realidad. A principios del siglo XX, personas de Filipinas, África y otras regiones fueron exhibidas en ferias mundiales y parques de atracciones. Un caso particularmente infame es el de Ota Benga, un pigmeo congoleño exhibido en el zoológico del Bronx en 1906 junto a primates, lo que generó una gran controversia y protestas por parte de la comunidad afroamericana.

En Japón, durante la era Meiji, se llevaron a cabo exhibiciones de personas de las islas Ryukyu (Okinawa) y de otras partes de Asia, presentándolas como «pueblos primitivos». Estas exhibiciones formaban parte de un esfuerzo por construir una identidad nacional japonesa moderna y, al mismo tiempo, reforzar la idea de la superioridad japonesa sobre otras culturas asiáticas.

Estos son solo algunos ejemplos de la extendida práctica de los zoológicos humanos fuera de Europa. Es importante reconocer que este fenómeno se manifestó en diferentes contextos y con características particulares en cada región, pero siempre con el denominador común de la discriminación y la deshumanización de las personas exhibidas.

Las consecuencias psicológicas

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Profundicemos en las consecuencias psicológicas para quienes fueron exhibidos en los zoológicos humanos. Es importante recordar que estas personas no eran objetos, sino seres humanos con pensamientos, sentimientos y culturas ricas. Ser arrancados de sus hogares, transportados a través de vastas distancias y exhibidos como especímenes exóticos tuvo un impacto devastador en su bienestar psicológico.

Imaginemos la desorientación y el miedo que debieron sentir al ser expuestos a un entorno completamente desconocido, rodeados de miradas curiosas y a menudo burlonas. La pérdida de su autonomía, la imposibilidad de comunicarse en su propio idioma y la constante presión de actuar según los estereotipos impuestos por los organizadores generaron un profundo sentimiento de humillación y deshumanización.

El trauma psicológico resultante se manifestaba de diversas maneras. Algunos desarrollaban ansiedad, depresión y otros trastornos mentales. La separación forzosa de sus familias y comunidades causaba un dolor emocional profundo y duradero. En muchos casos, la experiencia dejaba cicatrices emocionales que se transmitían de generación en generación.

Además del trauma individual, los zoológicos humanos tuvieron un impacto devastador en la identidad cultural de los pueblos exhibidos. Al ser reducidos a caricaturas exóticas, sus culturas y tradiciones eran distorsionadas y trivializadas. Esto contribuyó a la perpetuación de estereotipos racistas y a la marginación de estas comunidades.

Es fundamental reconocer que las consecuencias de los zoológicos humanos no se limitaron al pasado. El racismo y la discriminación que alimentaron estas exhibiciones siguen presentes en nuestras sociedades. Por lo tanto, es crucial aprender de este oscuro capítulo de la historia para construir un futuro más justo e igualitario para todos.