Cada 22 de diciembre, España se detiene para vivir uno de los eventos más esperados del año: el sorteo de la Lotería de Navidad. Más que un simple juego, se ha convertido en una tradición profundamente arraigada en la cultura nacional, marcada por la ilusión, la esperanza y la emoción colectiva. Desde su creación en 1812, esta celebración ha evolucionado hasta convertirse en un símbolo de unión, donde familias, amigos y compañeros comparten décimos en busca de «El Gordo».
Una de las claves de su popularidad radica en el alcance nacional de las ventas, impulsado por miles de puntos de distribución, como cualquier administración de lotería en Madrid, Barcelona u otras ciudades. Estas oficinas, muchas de ellas famosas por su historia y los premios repartidos, son un reflejo del fervor con el que los españoles participan. Lugares emblemáticos de venta atraen a multitudes de compradores, incluso turistas, que quieren probar suerte con un décimo. Además, la costumbre de adquirir participaciones y compartirlas amplifica la sensación de comunidad, haciendo que ganar no sea solo un logro individual, sino también colectivo.
Otro factor que contribuye a la fama es su peculiar formato. A diferencia de otros juegos, este distribuye gran parte de los premios en un esquema que busca maximizar el número de ganadores, haciendo que las probabilidades de obtener al menos una parte del premio sean mayores. Además, la ceremonia en sí es un espectáculo único, con los niños de San Ildefonso cantando los números y premios en un acto que mezcla solemnidad y alegría, capturando la atención de millones de personas frente a televisores, radios y ahora, plataformas digitales.
La campaña publicitaria anual también juega un papel crucial en mantener viva la magia de este sorteo. Cada año, el anuncio logra emocionar y conectar con la audiencia, contando historias conmovedoras que refuerzan los valores de solidaridad, esperanza y gratitud que caracterizan a esta tradición. Estas campañas no solo la promocionan, sino que también se convierten en parte del imaginario colectivo, recordándonos que lo importante no es solo ganar, sino compartir la ilusión.
En Doña Sol, comentan: “Es una tradición arraigada en el corazón de todos los españoles, llena de ilusión y esperanza. Se vive con magia y emoción desde el momento en que se adquiere el décimo o participación y que piensa con quién se va a compartir. Ese es el secreto, la ilusión de compartir algo tan grande”.
Asimismo, tiene un impacto significativo en la economía local. Cada diciembre, las ventas de décimos generan un movimiento económico notable, no solo para las administraciones de lotería, sino también para el sector turístico, ya que muchas personas viajan a localidades famosas por vender números premiados. Incluso aquellos que no resultan ganadores disfrutan de este ritual como un acontecimiento que marca oficialmente el inicio de las fiestas navideñas.
Se puede comprar hasta el mismo día del sorteo, el 22 de diciembre, aunque es recomendable adquirir los décimos con antelación, ya que la venta se agota rápidamente en las semanas previas. Las administraciones y los puntos de venta autorizados suelen ofrecer los billetes desde finales de julio, y la demanda aumenta conforme se acerca la fecha. Es común que los décimos más solicitados se vendan mucho antes, por lo que siempre es aconsejable no dejar la compra para el último día.