El abandono escolar temprano en España, aunque en descenso, sigue siendo una preocupante realidad. Con un 13,2% registrado en los tres primeros trimestres de 2024, se sitúa como la segunda tasa más alta de la Unión Europea, solo superada por Rumanía, según datos de Funcas a partir de la encuesta de población activa del INE.
A pesar de la leve mejora respecto a años anteriores (13,7% en 2023 y 13,9% en 2022), el progreso es lento y el objetivo del 9% para 2030, marcado por la UE, parece aún lejano.
El contexto socioeconómico juega un papel crucial en el abandono educativo temprano. El nivel de estudios de los padres, especialmente de la madre, es un factor determinante. La tasa de abandono se multiplica por catorce cuando la madre solo tiene estudios primarios, en comparación con aquellas que cuentan con estudios superiores.
Impacto individual y social
El abandono escolar temprano representa un desafío de gran envergadura para el sistema educativo español, con profundas implicaciones tanto a nivel individual como social. Para los jóvenes que abandonan sus estudios, las consecuencias pueden ser devastadoras, limitando sus oportunidades laborales, su desarrollo personal y su integración social. A largo plazo, esto puede traducirse en una mayor precariedad, dificultades económicas y un mayor riesgo de exclusión social.
Desde una perspectiva social, el abandono escolar temprano supone una pérdida de talento y potencial humano, lo que afecta negativamente al desarrollo económico, social y cultural del país. Una fuerza laboral menos cualificada dificulta la innovación, la competitividad y el crecimiento económico. Asimismo, el abandono escolar puede generar mayores costes sociales, asociados a la asistencia social, la sanidad y la justicia.