Madrid elimina a la mitad de los músicos callejeros del centro

La realidad de los músicos callejeros de Madrid sigue siendo complicada. La realidad es que desde que se dio la orden de prohibir que usaran el amplificador en las plazas, decisión del Ayuntamiento empujada por las quejas de los vecinos de la Plaza Mayor, dejó a cientos de músicos sin una forma de ganarse el sustento. La realidad es que es complicado llegar a un equilibrio, pero desde la decisión los artistas se han organizado para protestar de cara a las autoridades y para crear conciencia entre los ciudadanos sobre la situación.

Es un tema que ya se mencionó en este diario el problema que representa para estos artistas callejeros, parte de la identidad de cualquier ciudad, atrapar la atención de los transeúntes sin el volumen del amplificador es complicado, pero la noticia que de los 500 artistas que hoy tienen licencia para actuar en la calle solo 250 la tendrán el próximo año es un balde de agua fría para los que quedan por fuera de la lista. Se suma que las zonas donde se necesitan estas licencias son también las más atractivas, no solo la Plaza Mayor, sino también Callao o Sol. 

Para los músicos afectados hay pocas soluciones. Madrid es una ciudad interesante para presentarse en plazas, precisamente por qué por su movimiento hay una línea directa entre tocar en una plaza y llegar a las grandes tarimas de la ciudad, pero incluso con licencia es un trabajo que va de la mano con varios riesgos. Es que al trabajar en la calle están a la merced del clima, del movimiento turístico en la ciudad y no tienen una red de protección de un empleo tradicional, o incluso de los clientes y acuerdos de los autónomos tradicionales. 

Pero además de la reducción de las licencias anunciada por el ayuntamiento, los propios músicos han hablado de un aumento de la presión policial. Estos confirman que, aplicando la normativa retratada en la Ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica (artículo 53. 2), se han retirado sus amplificadores de forma cada vez más habitual, Madridiario confirmaba al menos tres casos de la aplicación de esta medida durante el mes de noviembre. 

UN OFICIO BIEN PAGADO PERO SIN PROTECCIONES

Además de las gestiones de la alcaldía y de los vecinos que poco a poco han ido echando a los músicos de la zona del centro, lo cierto es que no es una labor fácil. Aunque los ingresos que puede generar tocar una hora en la calle pueden fluctuar entre los 30 y 150 euros, los permisos no son tan comunes, y la situación es suficientemente complicada que por momentos pueden quedar a la deriva y sin un ingreso fijo. 

Es una situación delicada, sobre todo en ciudades como Madrid y Barcelona, donde a pesar de no tener protecciones, deben cumplir con varios requisitos para presentarse en las zonas más atractivas. Es una realidad que vale la pena volver a recordar, pues además de reducir las licencias y eliminar los amplificadores hay un límite en los horarios y un volumen máximo que deben cumplir, algo comprensible para la convivencia con los vecinos, pero difícil de explicar en algunas zonas donde la presencia permanente de turistas y eventos mantienen el ruido de forma permanente. 

Es un problema que no enfrentan otro tipo de artistas callejeros, como los pintores o las estatuas vivientes. Es algo intrínseco con la música, al final la búsqueda del equilibrio es compleja, pero necesaria, pues tampoco es fácil imaginar una ciudad como Madrid sin sus artistas callejeros, incluyendo a sus músicos. Además, a pesar de las decisiones del ayuntamiento, estos siguen buscando otras soluciones. 

EL METRO COMO REFUGIO PARA LOS MÚSICOS CALLEJEROS 

Mientras tanto, la realidad es que para los artistas callejeros el metro se ha vuelto un pequeño refugio. Con una normativa mucho más laxa a la hora de calcular quién puede presentarse, la única exigencia es no hacer más difícil el viaje de los usuarios del servicio público, y el que no exista la exigencia de pedir un permiso al ayuntamiento hace que sea una mayor facilidad para usar esta opción. Al mismo tiempo, los testimonios apuntan a que es menos atractiva económicamente que las plazas más concurridas, donde muchas veces los transeúntes se toman el tiempo de pararse a escuchar. 

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Es que, además de todo, la reducción de los permisos hace que la carrera para obtenerlos sea todavía más complicada. Cada 6 meses, cuando se entregan los permisos, los artistas que los necesitan terminan enfrascados en una competencia para tener estos permisos, que valen oro, y la reducción de los mismos les pone la soga en el cuello. Será complicado solucionar la situación, pero en un momento en el que Madrid y España han vuelto a poner la conversación sobre el ruido en la palestra pública, preocupa que de momento estos artistas sean los únicos que sufren por la situación.