Paula Leitón habla sin complejos de su cuerpo y de su paso por los Juegos Olímpicos
Desde pequeña, el talento de Paula Leitón en el waterpolo era evidente, y ya se presagiaba una carrera exitosa para ella. “Con 12 años jugaba hasta cuatro partidos los fines de semana, ya que formaba parte de la selección y competía en categorías como alevín, infantil, juvenil… ¡En todas! Y a los 14 también era convocada para la absoluta. De hecho, cumplí los 15 con ellas”, recuerda con una sonrisa. Su amor por el deporte surgió cuando tenía seis años, durante unas jornadas de captación. Hasta entonces, se dedicaba a la natación, pero pronto pasó a compartir vestuario con sus referentes de siempre: Maica García, Laura Ester, Pili Peña…
Paula aún guarda con cariño el recuerdo de su debut en una fase de la Copa del Mundo, en la que apenas jugó dos minutos, pero el solo hecho de formar parte del equipo ya fue un sueño hecho realidad. «Estaba encantada de compartir ese momento con las jugadoras en las que me había fijado toda la vida», confiesa con una sonrisa. A partir de ahí, llegaron tres Juegos Olímpicos (Río 2016, plata en Tokio 2020 y oro en París 2024), además de varios éxitos con la selección y el CN Sabadell, incluyendo dos oros y un bronce europeos, así como tres platas mundiales.
Paula Leitón, una de las mejores del mundo
A sus 24 años, Paula cuenta con un palmarés que la posiciona como una de las mejores boyas del mundo, y se le ilumina el rostro al recordar la final olímpica contra Australia el 10 de agosto de 2024. «No hay palabras para describir el momento de entrar a la piscina y ver las gradas completamente llenas. Lo que más me impactó fue cuando nos pusieron la medalla y vi a mi familia llorando», recuerda emocionada.
Era el único título que le faltaba a una selección que ya lo había ganado todo. «Era nuestro momento, el lugar y las 13 que debíamos estar allí. No olvidamos a todas las compañeras que formaron parte del proceso. Esto es el resultado de un esfuerzo que comenzó mucho antes», afirma, recordando a aquellas que abrieron el camino y destacando el hambre de títulos como el punto en común de todas las generaciones.
Los comentarios hacia su físico
Su madre lleva tiempo pidiéndole que le dé la medalla para ponerla en la vitrina junto al resto. «Dormí con ella la noche que la ganamos, la tuve bajo la almohada. Era como decir: ‘está conmigo, no se la van a llevar’. A día de hoy, aún no termino de creérmelo del todo», confiesa entre risas. Al día siguiente, se encontró con numerosos comentarios en redes sociales sobre su físico. «Acababa de ganar un oro olímpico, así que la verdad es que me dieron igual, y me siguen dando igual. Cumplí mi sueño», afirma con seguridad.
«Siempre he sido grande, desde pequeña, y para mí es algo normal. Debería serlo para todo el mundo. No hay que juzgar los cuerpos y hay que valorar la diversidad. Desde que era niña, he tenido que escuchar comentarios. No son agradables para nadie y deberíamos pensar en el impacto que pueden tener en la persona. Ojalá las niñas en el futuro no tengan que sufrirlos. Para ser boya, se necesitan mis características físicas. Puedo decir con certeza que mi cuerpo me ha permitido ser campeona olímpica», afirma con convicción.