La salsa de tomate es uno de esos ingredientes que todos tenemos en nuestra cocina. La usamos en una amplia variedad de platos, desde pastas hasta pizzas, y es difícil imaginar la gastronomía moderna sin ella. Sin embargo, su historia es sorprendente: en el siglo XIX, la salsa de tomate se consideraba un medicamento. Esta transformación de un simple condimento a un remedio medicinal nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras percepciones sobre los alimentos y la salud han evolucionado a lo largo del tiempo.
1Los orígenes del tomate y su llegada a América
El tomate, originario de América del Sur, llegó a Europa a través de los conquistadores españoles en el siglo XVI. Sin embargo, durante mucho tiempo, los europeos mostraron recelo hacia este nuevo fruto, ya que se creía que pertenecía a la familia de las solanáceas, que incluía plantas venenosas como la belladona. A medida que se extendió su uso, especialmente en la cocina italiana, el tomate empezó a ganar popularidad, pero aún existían dudas sobre su seguridad.
Fue en el siglo XIX cuando el tomate comenzó a atraer la atención de la medicina. En Estados Unidos, un médico llamado John Cook Bennett promovió la idea de que el tomate tenía propiedades curativas, iniciando una tendencia que cambiaría la percepción del fruto.