México desafía al Gobierno español con la no invitación del rey Felipe VI

La no invitación al Rey Felipe VI a la toma de posesión de la nueva presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha abierto un nuevo frente al Gobierno español, que actualmente tiene crisis diplomáticas por distintos motivos con cinco países: México, Venezuela, Argentina, Israel y Argelia. Estas tensiones internacionales han sido un reto importante para la política exterior del Ejecutivo, evidenciando la complejidad de las relaciones bilaterales y la necesidad de una estrategia coherente y efectiva en el ámbito diplomático.

Más allá de la decisión de Sheinbaum de no invitar al monarca español, estos desencuentros reflejan desafíos más profundos en la política exterior de España, que ha tenido que lidiar con diferentes conflictos y desacuerdos con países clave en distintas regiones del mundo. Comprender las causas y el contexto de estas crisis diplomáticas es fundamental para analizar los retos y oportunidades que afronta el Gobierno a la hora de gestionar sus relaciones internacionales.

Tensión con México por el legado colonial

La no invitación del Rey Felipe VI a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum se enmarca en un desencuentro más amplio entre México y España. En 2019, el entonces presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta al monarca español solicitando un reconocimiento público de los agravios causados durante la Conquista.

Sin embargo, la falta de respuesta por parte de la Corona, sumada al supuesto saqueo de las autoridades y empresas españolas en México en los últimos años, llevaron a AMLO a decretar una «pausa» en las relaciones bilaterales.

Para la nueva presidenta Sheinbaum, esta falta de respuesta justifica su decisión de no invitar al Rey a su toma de posesión. Según ella, «¿Qué les cuesta ofrecer una disculpa?» en referencia a la Corona española. Este gesto evidencia la importancia que el Gobierno mexicano otorga al legado colonial y la necesidad de abordar este asunto de manera satisfactoria para ambas partes.

Desencuentros con Venezuela, Argentina, Israel y Argelia

Además de la crisis con México, el Gobierno español ha enfrentado desafíos diplomáticos con otros países en diferentes regiones del mundo.

En el caso de Venezuela, la tensión se ha generado a raíz de las declaraciones de la ministra de Defensa española, Margarita Robles, quien calificó al Gobierno de Nicolás Maduro de «dictadura«. Como respuesta, Venezuela llamó a consultas a su embajadora en Madrid y convocó al embajador español en Caracas. Estos roces diplomáticos se han visto agravados por la acogida en España del opositor venezolano Edmundo González.

Por otra parte, la relación con Argentina se ha deteriorado después de que el presidente Javier Milei calificara de «corrupta» a Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Esto llevó a España a retirar temporalmente a su embajadora en Buenos Aires, sin que se hayan restablecido aún las relaciones diplomáticas a pleno nivel.

En cuanto a Israel, el Gobierno español ha tenido que lidiar con la postura adoptada en relación con la ofensiva militar israelí en la Franja de Gaza, lo que provocó la convocatoria de consultas de la embajadora israelí en Madrid en dos ocasiones.

Finalmente, la crisis con Argelia ha sido una de las más prolongadas, con el Gobierno argelino llamando a consultas a su embajador en España tras el respaldo del presidente Sánchez al plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental. Esto llevó a la suspensión del Tratado de Amistad entre ambos países y a instrucciones para reducir el comercio bilateral.

Conclusión

Estas crisis diplomáticas con diferentes países han puesto a prueba la capacidad del Gobierno español para gestionar sus relaciones internacionales y mantener un equilibrio en sus políticas exteriores. La no invitación del Rey a la toma de posesión de la presidenta mexicana es solo una muestra de la complejidad a la que se enfrenta el Ejecutivo en este ámbito.

Estos desencuentros reflejan la necesidad de una estrategia coherente y efectiva en política exterior, que permita abordar los legados históricos, las tensiones geopolíticas y los intereses económicos de manera equilibrada y respetuosa. La capacidad del Gobierno para navegar estas aguas turbulentas será fundamental para preservar la imagen y el peso internacional de España en un contexto global cada vez más desafiante.