LA LAGUNA: Un proyecto de la ULL mejora las menbranas filtradoras de agua para su uso en puntos negros costeras

La investigadora del Departamento de Ingeniería Química y Tecnología Farmacéutica de la Universidad de La Laguna Luisa Vera lleva varios años coordinando diferentes proyectos centrados en mejorar la tecnología de las membranas utilizadas para filtrar el agua y reaprovechar la materia orgánica sobrante en el proceso. El más reciente se centra en diseñar un modelo compacto de estas herramientas depuradoras que pueda aplicarse en los puntos negros de vertidos costeros.

Luisa Vera Membrana RotatoriaEste proyecto se denomina “Regeneración de espacios marinos y costeros de Canarias aplicando filtración por membranas a las aguas residuales (MARFIL)” y fue una de las iniciativas seleccionadas por la Fundación CajaCanarias y Obra Social “la Caixa” en su convocatoria de ayudas a proyectos de investigación de 2017, a la que se financió con 31.800 euros.

MARFIL estudia la viabilidad de utilizar en alguno de los puntos negros de vertidos del litoral costero un modelo concreto de membrana filtradora con un sistema de autolimpieza mediante rotación que había sido desarrollado en un proyecto anterior, fruto de la tesis doctoral de Ignacio Ruigómez.

La investigadora explica que, casualmente, ya estaban trabajando en esa idea mucho antes de que estallara la crisis de las micro-algas en las costas tinerfeñas, pero cuando su equipo comprobó que la temática de la convocatoria de ese año de la Fundación CajaCanarias era la preservación de fondos marinos, se les ocurrió que aquello en lo que estaban trabajando podía ser de utilidad en este ámbito.

Vera explica que estas membranas giratorias son de pequeño tamaño y, por tanto, no pueden utilizarse para grandes instalaciones pero, justamente por ese tamaño compacto, podrían resultar viables para ubicarlas en espacios reducidos y que se active solo en caso de necesidad. “La idea es que la membrana no rote todo el tiempo y no necesite limpiezas químicas, que son más engorrosas a la hora de operar, sino que sea suficiente con la limpieza física que provoca el propio movimiento de la membrana”, explica la investigadora.

El proyecto tiene una segunda vertiente, referida a qué hacer con los residuos resultantes del proceso de depuración. “Esa materia orgánica se puede valorizar después en un proceso de digestión anaerobia y tenga unos rendimientos en producción de biogás o bien por medio de un proceso de combustión directo opor co-incineración con otro tipo de residuos. La idea es buscar fórmulas para que, en línea con la Estrategia Europa Sostenible 2030, intentemos cerrar el ciclo de vida de todos los materiales y los productos, incluidos los residuos, para promover la economía circular”, explica.

En opinión de Vera, la conciencia de reutilizar el agua lleva años asentándose y, de hecho, desde 2007 ya se cuenta con un Real Decreto específico sobre esta materia, que aporta un marco legal para actuar adecuadamente. Pero lleva tiempo, y todavía no se ha logrado del todo.

“Todavía no han calado las posibilidades que plantea incorporar los residuos en la producción de energía o la reutilización de aguas, así como los beneficios ambientales y económicos que puede tener. Los técnicos y los investigadores asumimos la posibilidad y la necesidad de ese cambio de mentalidad, pero se requiere el apoyo de políticas y programas innovadores, amparados en las normativas y las tecnologías adecuadas que ya están disponibles y que permiten abordar perfectamente los retos que surgen en este campo”.

Membranas filtradoras

Estas membranas están realizadas con materiales semipermeables que dejan pasar determinados compuestos y otros no. Unas muy habituales son las que desalan agua de mar, de tipo denso, es decir, que no poseen poros definidos. Otro tipo son las de ultra o microfiltración, con poros tan pequeños que no son visibles al ojo humano y no solo son capaces de retener sólidos mayores de 0,01 micras, sino que también pueden impedir el paso de algunos virus y bacterias, por lo que se pueden aplicar tanto a aguas residuales como la alimentación, la cosmética o la farmacia.

En cuanto al material del cual están hechas, las hay inorgánicas, elaboradas con materiales cerámicos, y orgánicas, con diferentes polímeros. Las primeras son más resistentes y se pueden someter a tratamientos de limpieza más agresivos, mientras que las segundas son más sensibles pero sus precios son más competitivos, pueden tener más superficie y no se rompen con tanta facilidad. Así, para uso en alimentación lo más usual son las cerámicas, mientras que en tratamiento de aguas residuales o la filtración de lactosuero, abundan más las orgánicas.