Siempre que actores, críticos o el resto de personas dedicadas al cine hace algún tipo de listado de las mejores películas de la historia del séptimo arte aparece entre los primeros lugares una película italiana muy particular. La obra no es otra que ‘El ladrón de bicicletas’, un filme dirigido por Vittorio De Sica dentro de los cauces marcados por el neorrealismo. Un estilo que marcó el cine italiano y europeo en la década de los años 50 y primeros 60.
De Sica, Rosselinni, Visconti fueron los máximos exponentes del cine italiano que cambió la forma de rodar cine en Italia, en gran parte, por necesidad. Tras la II Guerra Mundial el país transalpino había quedado devastado y la industria de cine tampoco era una excepción. Sin a apenas medios el cine italiano, de gran importancia en el viejo continente, tuvo que reinventarse y lo hizo a través del Neorrealismo. Un movimiento narrativo y cinematográfico que apareció durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial gracias a las características sociales de la época.
Este género en gran medida tenía como objetivo mostrar condiciones sociales más auténticas y humanas, alejándose del estilo histórico y musical que hasta entonces había impuesto la Italia fascista (1922-1945). El término fue acuñado por el crítico Umberto Bárbaro y suele considerarse que la primera película de esta corriente es ‘Roma ciudad abierta’, de Roberto Rossellini.
Esta narrativa se basa principalmente en grabar en exteriores, Roma como gran escenario en muchos de esos filmes. Ahorrando en decorados, mostrando una nueva actitud ante la realidad, con actores no profesionales en su mayoría y las tramas basadas en escenas cotidianas. Casi todas reflejando la pobreza de la época del país y la difícil situación que pasó el pueblo italiano en esos años, los sectores más desfavorecidos fueron el eje principal de muchas tramas.
La clase obrera como objeto protagonista, con tintes cómicos y elementos de ternura que hacían que las películas neorrealistas fueran capaces de revolver por dentro al espectador, pero también podían sacarles una sonrisa. En si, fue un cine tremendamente social que esquivaba a la censura y a las críticas del poder.
LA TRAMA DEL FILM DE VITTORIO DE SICA
Con estos mimbres a nadie se le escapa que ‘El ladrón de bicicletas’ fue la obra obra cumbre de este género. Con una trama sencilla conquistó tanto a crítica, como a la taquilla. Para lograr esto el cineasta romano fue muy persistente. Manejando el eje de la obra una trama bastante sencilla pero que logra ser un ‘fresco’ de la época y la sociedad italiana.
Un hombre con varios años en paro espera con angustia un empleo que pueda salvar a su familia y a su autoestima. Al final lo consigue, pero necesita una bicicleta para ejercerlo. Vende lo poco que tiene para comprar una y el primer día de trabajo se la roban. Con esta trama De Sica nos muestra al protagonista y a su hijo buscando la bicicleta por toda Roma y es base para enseñar los lazos emocionales de los protagonistas, uno de los ejes vertebradores del película, lo descarnado de la sociedad de la postguerra y la angustia vital de un hombre que se ve incapaz de alimentar a su familia.
Al cineasta italiano le costó encontrar financiación para rodarla, especialmente por que sus trabajos anteriores habían sido muy críticos con el gobierno italiano de entonces, que era incapaz de dar trabajo y sustento a la mayor parte de la población de un país devastado por guerra. De Sica para conseguir la financiación acudió a Hollywood, allí quedaron encantados con el guion del film. Pero quisieron imponer a Gary Grant como protagonista de la película, algo a lo que el italiano se opuso y al final el dinero vino de varios micro mecenazgos de amigos italianos del director.
La película se rodó y contó con un protagonista amateur, el obrero Lamberto Maggiorani, que iba a llevar a su hijo al casting y al final el elegido fue el. Cobro 1.000 dólares por su trabajo y fue despedido de la fábrica donde trabajaba en plena reconversión. El patrón pensó que lo más justo fue despedirle a el pensando que había ganado millones por el papel en la película, algo que no fue así. Después vagó como actor menor por el cine italiano con más pena que gloria.
El papel de hijo fue desempeñado por un niño que el director vio a la salida de un colegio y quedó fascinado por sus andares, Enzo Staiola. Mientras que la madre fue interpretada por una periodista que fue a entrevistar a De Sica, Lianella Carell, ella si tuvo una trayectoria más prolífera como actriz y guionista.
La película fue un éxito y obtuvo el Oscar a la mejor producción no estadounidense, el equivalente al premio a la mejor película de habla no inglesa. Su poesía, ternura, lírica y tiempo narrativo han influido a cientos de directores posteriores que han convertido la obra del italiano De Sica en un mito del cine universal.