Verdades afiladas, Tránsito lento y My mafia han sido tres de los temas de Andrés Calamaro más aplaudidos por la crítica en los últimos años, incluso, puesto a la altura de algunas de sus obras más destacadas como las facturadas a finales de la década de los ’90.
Desde entonces, el argentino tiene una carrera discográfica desigual, quizás, por su particular interés de publicar en ocasiones hasta dos discos por año.
HONESTIDAD BRUTAL, DE ANDRÉS CALAMARO, UN DISCO INTENSO DESDE EL FUNK HASTA EL BLUES
Sin embargo, a 25 años del lanzamiento de Honestidad brutal, podemos decir que este es uno de los álbumes más reconocidos del argentino, sino el que más. Un disco intenso y mucho más lo fue su grabación. Fue registrado entre 1998 y 1999 en Nueva York, Miami, Madrid y Buenos Aires.
La banda oficial que acompañó a Calamaro incluyó a Gringui Herrera (guitarra), Guillermo Martín (guitarra), Candy Caramelo (bajo), José ‘El Niño’ Bruno (batería) y Ciro Fogliatta (teclados, ex Los Gatos).
Producido por Joe Blaney, Honestidad brutal tiene de todo. Desde una oda dedicada a Maradona, hasta melodías firmadas por la genialidad de Mariano Mores. Sonidos que se entrelazan y superponen. Una fusión de géneros que va desde el blues hasta el funk.
Confusión, sarcasmo y crueldad. Mucha contradicción. Historias sobre una mujer que no supo amar. Una especie de diario musical. Varios relatos sobre su viaje personal. Y es que, a través de 37 canciones, aquel Calamaro de 37 años dejó al descubierto sus pensamientos más crudos.
LA CIMA CREATIVA DE ANDRÉS CALAMARO
El compositor reveló que este doble disco es el resultado de un año entero de trabajo, donde la composición y la grabación se convirtieron en un quehacer constante.
Fue concebido entre los años 1998 y 1999, mientras, junto a su banda, deambulaba de ciudad en ciudad, de estudio en estudio, como parte de la gira de su álbum previo, Alta suciedad.
De este material surgirá Honestidad brutal, su cima creativa, 37 canciones sin falla rodeadas de la turbulencia de su particular periodo personal, en plena ruptura sentimental ahogada en todo tipo de excesos.
En Honestidad Brutal, el artista profundizaría su crítica hacia la realidad política y social del país, mirada que había iniciado con la canción Alta Suciedad del anterior disco. «Alta suciedad, basura de la alta suciedad, no se puede confiar en nadie más…», expresaba un ácido Andrés.
UN TRABAJO «MUY LARGO» EN LO CREATIVO Y LO EMOCIONAL
Cada quien tendrá sus canciones preferidas de un disco tan amplio y complejo, pero, por popularidad, este disco se aupó con el ajuste de cuentas con una mujer que lo tenía a maltraer; (Te quiero igual, Cuando te conocí, Los aviones y varias más) y también aquellas que endulzan las noches de excesos (Paloma), el tango (Jugar con fuego), la ciudad a la que volvía (No tan Buenos Aires) y los homenajes en forma de canción (Maradona, Con Abuelo).
Todas ellas se suceden como un caos ordenado que mete a Andrés Calamaro en un laberinto del que sale reforzado en canciones inolvidables.
Calamaro reconoció que, desde una perspectiva puramente técnica, podría «haber comprimido el proceso de grabación en tan solo una semana». Sin embargo, como explicó en una entrevista en Argentina en 2004, de haberlo hecho así, ese año habría sido «muy largo» en términos creativos y emocionales.
A PARTIR DE ESTE DISCO, EL ARTISTA SE DECIDE A TRANSITAR EN UN MONTÓN DE GÉNEROS POPULARES
El álbum Honestidad brutal comienza con El día de la mujer mundial, tres acordes arpegiados en una guitarra distorsionada que empuja al borde del precipicio al hombre martirizado por el amor, solo y colérico con el sexo opuesto.
Es esto lo que va a determinar gran parte de las letras del disco; no así la música, pues el artista argentino va a recurrir a esta sonoridad rock en contadas ocasiones, para permitirse transitar el profuso abanico de los géneros populares.
A estas alturas del 2024, podemos intuir que sus años como productor (su trabajo entre 1985 y 1988 cubrió un amplio rango de grupos, de Los Enanitos Verdes a Los Fabulosos Cadillacs) sirvieron a Andrés Calamaro para producirse a sí mismo.
Entonces lograba concentrar en media hora un puñado de canciones hermosas y crudas. La primera de ellas la grabó Man Ray en su álbum debut, producido por el Salmón: Señal que te he perdido tuvo su versión de prueba con Rot y nada menos que Moris como coristas invitados. Aquella era la primera piedra que arrojaba un disco pecador y adelantado.
A pesar de que hoy en día ha ido mezclando géneros y cambiando sus ritmos e incluso su parecer en cuanto a su sonido musical, la carrera de Andrés Calamaro ha continuado con discos absolutamente eclécticos pero que han seguido demostrando su genialidad. On the rock de 2010, es un ejemplo, con temas como Los divinos, un ejemplo de todo lo bueno que atesora el disco.