La situación en el Sahel es bastante límite. Y lo que pase allí, una de las regiones más pobres del mundo y con más crecimiento de población, marcarán los flujos migratorios hacia Europa en los próximos años. Unos movimientos de personas que marcarán la política de España y de la Unión europea en materia de migración y seguridad principalmente. Se calcula que solo en Burkina Faso hay cerca de 2 millones de desplazados y en el Sahel cerca de 5 millones por la situación política derivada de la guerra contra el terrorismo yihadista y la crisis climática de la zona.
España es uno de los mayores interesados en la estabilidad de la zona, por que en la mayoría de las ocasiones nuestro país es la puerta de entrada para la gente que huye del conflicto y de la hambruna de la zona. Por ende esta situación marca nuestra política internacional de manera importante, especialmente con Marruecos, al que España y la UE subvencionan para que haga de guardián de sus fronteras, algo polémico por el escaso respeto del Reino alauita hacia los derechos humanos de estos migrantes y refugiados.
En este escenario tiene especial relevancia la situación de Burkina Faso. Allí estos últimos meses el Gobierno del país, con más o menos acierto, está combatiendo a los diferentes grupos terroristas de carácter yihadistas que atacan en las poblaciones cercanas a las diferentes fronteras del país. Con especial acento en la parte norte del país, en las fronteras compartidas con Níger y Malí, uno de los sitios más peligrosos en la actualidad.
En esas zonas mueren al mes miles de personas en los distintos enfrentamientos armados que están teniendo lugar allí. Muchas de las pequeñas aldeas son arrasadas por los terroristas. Y en esos ataques cientos de campesinos y ganaderos de esas poblaciones son asesinados a sangre fría por los yihadistas, en muchas ocasiones delante de sus mujeres e hijos.
Además, en gran parte de los casos muchas de esas mujeres y niñas supervivientes son violadas de forma múltiple y utilizadas después como esclavas. Situación similar para los niños hechos prisioneros, que en bastantes casos son adoctrinados para que pasen a militar en las filas de estos grupos como nuevos terroristas.
TRAYECTO PELIGROSO
Por este motivo, miles de personas se están viendo obligadas a huir a las zonas seguras del país donde el Gobierno de Burkina es capaz de mantener el orden y la ley. Pero ese trayecto en muchas ocasiones es peligroso y muchos de ellos mueren en el recorrido o sufren grandes consecuencias físicas o psíquicas durante el trayecto.
Un camino que recorren a travesando las regiones áridas y desérticas del norte y del oeste del país, sin apenas agua y alimentos y a temperaturas que este pasado mes de marzo llegaron a los 50ºC. Un calor que ha costado en un solo mes la muerte de casi 50.000 personas según fuentes del propio gobierno. Esas personas en gran parte eran refugiados que hacían el camino de huida o que vivan en las calles de las grandes ciudades sin un sitio donde refugiarse de las grandes temperaturas que se dan ahora en la zona.
Claro está que los más desfavorecidos son los niños, que después de ver asesinar a sus padres y violar a sus madres a sangre fría sufren un viaje lleno de peligros. A esto se suma una terrible ola de calor que está matando a 1 de cada 2 niños que resulta enfermo por esta ola. A la climatología también hay que añadir la falta de alimentos, en la mayoría de las ocasiones viven de la caridad de otras personas en riesgo de hambruna, y las enfermedades derivadas de esa mala alimentación o derivadas pueden llegar a ser mortales como en el caso de la malaria.
CAMPOS DE REFUGIADOS EN SEMÁFOROS
El Gobierno de Burkina dirigido por Ibrahim Traore no quiere que estos desplazados internos acampen en campos de refugiados. Por este motivo, rápidamente son llevados a centros sociales, en condiciones muy precarias en muchas ocasiones, o realojados con otras familias, que en la mayoría de las ocasiones son bastante humildes y ayudan con lo poco que tienen a estos desplazados internos.
Además, estos niños al abandonar su región pierden algo tan básico y necesario como es el derecho a ser escolarizados. En los lugares a los que huyen a penas van a las escuelas ya saturadas y en muchos casos quedan para ayudar a los ancianos que les acompañan o para mendigar comida o dinero por las calles de las grandes ciudades del país en condiciones infrahumanas.
Mendigan principalmente en los semáforos de los cruces de calles, allí niños y niñas de entre 4 y 12 años piden limosna o un poco de comida a gente igual de pobres que ellos. Huyendo de una guerra que ya se ha cobrado en los últimos años cerca de 200.000 víctimas en el país y que ha obligado a huir a 2.000.000 millones de personas que ya figuran como desplazados internos de un conflicto interminable. La mitad de ellos menores que no cubren necesidades básicas ni educativas y que caminan sin rumbo por carreteras y grandes ciudades de uno de los países más pobres del mundo.