De las 10 nominadas al Oscar ninguna es una obra más íntima que la oferta de Alexander Payne. El director, que ha hecho una carrera de personajes intelectualmente brillantes y emocionalmente limitados, repite fórmula con ‘Los que se quedan’ pero tiene una gran diferencia, al menos: En esta película es navidad, y eso es especialmente doloroso para unos protagonistas que no solo consiguen uno en el otro, sino que además terminan viendo sus traumas en un espejo en la época que debería ser la más feliz del año.
La historia nos presenta al profesor de historia antigua Paul Hunham, un Paul Giamatti más brillante, incluso de lo usual, un solitario refunfuñón, amargado y bizco con algo de Ebenezer Scrooge que se ha vuelto incapaz de conectar con sus alumnos a pesar de su amor por la enseñanza. La tarea de este personaje es cuidar a los estudiantes que se han quedado en el internado donde trabaja a pasar la navidad. Con ellos y con la cocinera Mary Lamb, una brillante Da’Vine Joy Randolph.
De los estudiantes encerrados, detrás de la nieve y las luces de navidad, uno termina generando una conexión especial, el listo y problemático Angus Tully, Dominic Sessa de 21 años y una absoluta revelación en el papel. De esto va la cinta, en un momento donde las grandes producciones se han quedado cortas en la taquilla, lo revolucionario de Alexander Payne es que ha conseguido éxito, tanto crítico como comercial, con una cinta que gira sobre todo alrededor de tres personajes hablando.
De ellos tres viene la tensión, las risas, esto al final es una comedia aunque agridulce, y las lágrimas de ‘Los que se quedan’. Cada revelación sobre el pasado de los personajes, incluso las que llegan a medias, es un martillo emocional bien trabajado. Puede ser doloroso por momentos, pero todos sirven para que los personajes crezcan, entenderlos algo mejor y llevarnos con ellos de la mano a un final en el que el mundo no cambia, pero tres personas dan un paso necesario en su vida.
PAUL GIAMATTI DA UN PASO ADELANTE POR EL OSCAR EN ‘LOS QUE SE QUEDAN’
Pero a pesar de que, como siempre, Payne hace un buen guion y, como siempre, su dirección es inmaculada, aquí el redescubrimiento es Paul Giamatti. El actor deja una de las mejores actuaciones de una carrera llena de luces y que deja aquí uno de los papeles más importantes de ella. Lo cierto es que si esta cinta tiene motivos para convertirse en un clásico navideño de culto, todos pasan por él.
Es que desde el inicio su Hunham está claramente más decepcionado que molesto, más resignado que rabioso y que ha dejado varios sueños en el camino antes de que lo encontremos en pantalla. Al mismo tiempo, es evidentemente brillante, como historiador y como profesor, y tiene suficiente ego para no dejar que nadie a su alrededor se olvide de ello, y es también evidente que a pesar de lo que quiere aparentar el cansancio no ha borrado su empatía. Es una interpretación magistral, de un maestro en dominio absoluto de su arte, y verla puede ser una clase para cualquier actor.
Es cierto que su camino al Oscar es complicado, el Oppenheimer de Cillian Murphy es bastante cercano a un rival imposible, pero el que no consiga la estatuilla no borrará la calidad de su interpretación.
‘LOS QUE SE QUEDAN’: EL CINE DE AUTOR MÁS ACCESIBLE
Pero además de responder a las grandes producciones con un par de escenarios y una cita de Marco Aurelio, si algo demuestra ‘Los que se quedan’ es que el cine de autor puede ser accesible. La temática navideña, los diálogos inteligentes y la capacidad de síntesis del guion funcionan para que cualquiera pueda ver la cinta. El catálogo de Payne tiene un par de cintas mejores, ‘Entre copas’ de 2004 y ‘Nebraska’ de 2013 vienen a la cabeza. Pero es posible que ‘Los que se quedan’ sea su trabajo más accesible.