Esta escena es ya un clásico del cine de espionaje: un agente se aproxima cautelosamente a un buzón, una papelera o el respaldo de un banco. Con discreción extrema, verifica que nadie lo observe mientras explora estos objetos, a menudo por debajo, hasta finalmente extraer algo que permanecía oculto en su interior. Este método, conocido como «buzón muerto» o «dead drop», es más que una táctica cinematográfica; se trata de una técnica utilizada para intercambiar objetos o información entre dos individuos mediante ubicaciones secretas. Aunque esta práctica tiene sus raíces en el pasado, en los últimos años ha experimentado una peculiar evolución: la inserción de conectores USB en lugares insospechados.
1USBs incrustados en la pared y todo tiene una explicación
En el año 2010, el artista digital Aram Bartholl inició un proyecto revolucionario denominado ‘Dead Drops’. Más allá de ser una expresión artística, Bartholl concibió esta iniciativa como una propuesta práctica con una esencia única. Su objetivo, tal como lo compartió en una conferencia en el MoMa en 2011 y detalló en el sitio web oficial del proyecto, era establecer «una red anónima, sin conexión, de intercambio de archivos entre pares en el espacio público».
La dinámica es simple pero impactante. Los participantes en el proyecto incrustan memorias USB en muros, edificios y esquinas, sitios «accesibles a cualquiera desde el espacio público». Estos dispositivos, listos para conectarse, brindan la oportunidad de compartir archivos e información al conectar un ordenador portátil u otros dispositivos compatibles.
Para aquellos interesados en contribuir a la red ‘Dead Drops’ en su propia ciudad, el proceso es accesible. Solo necesitan adquirir un pendrive USB, retirar su envoltura de plástico y resguardar los componentes electrónicos expuestos con cinta. En el dispositivo, se debe colocar inicialmente un fichero readme.txt (leeme.txt) que proporciona información sobre el proyecto y se obtiene fácilmente desde la web oficial. Este enfoque creativo y participativo ha transformado la noción clásica del «buzón muerto», integrando la tecnología USB de manera artística y funcional en el espacio público.
Una vez que la llave USB está lista, el proceso implica incrustarla en una pared o muro, creando un hueco si es necesario, para luego sellarlo con cemento o pasta de secado rápido. La ubicación ideal para el conector USB sería a una altura accesible, garantizando comodidad para aquellos que deseen utilizar el puerto. Para quienes buscan una guía detallada del proceso de creación de un ‘Dead Drop’, se encuentra disponible en Instructables.
Posteriormente, es esencial registrar el nuevo ‘Dead Drop’, proporcionando tres fotos de su ubicación, junto con detalles como la dirección, coordenadas, país y capacidad de almacenamiento.
Con más de 2.000 pendrives empotrados, la base de datos pública del proyecto, disponible en su sitio web, muestra un total de 2.263 llaves USB con una capacidad combinada de 70.425 GB (con una capacidad media de alrededor de 31 GB). Esta tendencia ha ganado una popularidad notable, especialmente en Alemania, donde se han registrado más de 700 de estos pendrives. Europa y Estados Unidos son las regiones más destacadas en cuanto a la prevalencia de estos ‘Dead Drops‘, con más de 600 en el país norteamericano, mientras que España cuenta con 56 según el último listado.
Si bien estos pendrives pueden facilitar intercambios de información entre individuos o entidades, plantean un riesgo inherente. Existe la posibilidad de que aquellos que los han instalado hayan incorporado algún tipo de malware, lo que podría infectar nuestros equipos al conectarnos a ellos. Lamentablemente, no es la primera vez que se ha registrado este tipo de actividad, y es crucial tener en cuenta este potencial riesgo al interactuar con estos dispositivos.