La Asamblea General del Sínodo de los Obispos considera que la Iglesia debe «escuchar» a las «víctimas de abusos» cometidos por miembros del cuerpo eclesial. Así lo expresa en una ‘Carta al Pueblo de Dios’ titulada ‘La sinodalidad es el camino de la Iglesia del tercer milenio’.
«Sobre todo, la Iglesia de nuestro tiempo tiene el deber de escuchar, con espíritu de conversión, a aquellos que han sido víctimas de abusos cometidos por miembros del cuerpo eclesial, y de comprometerse concretamente y estructuralmente para que eso no vuelva a suceder».
Así, la carta hace hincapié en que la Iglesia, «para progresar en su discernimiento», necesita «absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres», por «aquellos que no tienen derecho a la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también de la Iglesia».
En concreto, los miembros de la asamblea proponen escuchar a las personas víctimas del racismo en todas sus formas, «en particular en algunas regiones de los pueblos indígenas cuyas culturas han sido humilladas».
También sugiere escuchar «a los laicos, a las mujeres y a los hombres; a los niños, los jóvenes, los ancianos, a las familias y «sus preocupaciones educativas», así como a «aquellos que desean ser involucrados en ministerios laicales o en organismos participativos de discernimiento y de decisión».
Igualmente, apuntan que la Iglesia necesita «particularmente» recoger «todavía más» las palabras y la experiencia de los ministros ordenados, los sacerdotes y los diáconos, y «dejarse interpelar por la voz profética de la vida consagrada». Asimismo, consideran que debe «estar atenta a aquellos que no comparten su fe, pero que buscan la verdad».
Sobre la asamblea, indican que esta reunión ha sido una experiencia «sin precedentes», entre otros motivos, porque «por primera vez, por invitación del Papa Francisco, hombres y mujeres han sido invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse en la misma mesa para formar parte no solo de las discusiones, sino también de las votaciones».
Por otra parte, recuerdan que las sesiones se han llevado a cabo «en el contexto de un mundo en crisis, cuyas heridas y escandalosas desigualdades han resonado dolorosamente» y han dado a sus trabajos «una gravedad peculiar», más aún cuando algunos de los participantes proceden de «países en los que la guerra se intensifica».
Además, aseguran que, durante la asamblea, han rezado «por las víctimas de la violencia homicida, sin olvidar a todos a los que la miseria y la corrupción les han arrojado a los peligrosos caminos de la emigración».
También subrayan que han experimentado una «audacia y libertad interior» sin dudar en expresar sus «convergencias y diferencias», sus «deseos y preguntas, libremente y humildemente».
A partir de ahora, esperan que los meses que les separan de la segunda sesión de la Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se celebrará en octubre de 2024, «permitan a cada uno participar concretamente en el dinamismo de la comunión misionera indicada en la palabra ‘sínodo'» que, tal y como aclaran, «no se trata de una ideología, sino de una experiencia arraigada en la Tradición Apostólica».