Bad Bunny deja de lado el pop y el reggaetón en ‘Nadie sabe lo que va a pasar mañana’

Cuando Bad Bunny, el nombre artístico de Benito Antonio Martínez Ocasio, apareció esta semana anunciando que el viernes 13 de octubre lanzaría un nuevo disco y con la cabeza rapada sus fanáticos más fieles lo vieron muy claro, su idea era volver a los sonidos del trap. Es que sus últimos tres discos lo habían transformado más bien en un ídolo pop, aunque en el camino los tres se habían vuelto unos monstruos de mil cabezas demasiado grandes para tener sentido como piezas artísticas, a pesar de que cada uno tenía un puñado de sencillos impecables que iban desde el caos experimental de ‘Safaera’ hasta el pop perfecto de ‘Ojitos lindos’ y ‘Neverita’.

Por tanto, aunque seguramente no será una cumbre comercial como lo es ‘Un verano sin ti’ el nuevo ‘Nadie sabe lo que va a pasar mañana’ es un buen recordatorio del origen de Bad Bunny, además de ser una prueba de la facilidad con la que el puertorriqueño puede volver sin demasiadas complicaciones al género que ayudó a internacionalizar. Guste o no, y a mucha gente no le gusta, es innegable que es uno de los compositores claves del español en este momento y es interesante escucharlo, ahora sí, hacer lo que le da la gana. 

De hecho la mejor comparación para Bad Bunny en este momento es el Drake de ‘If you are reading this it’ s too late’ (2015). Al igual que el canadiense en ese momento estamos frente a un artista que sabe que todo lo que haga va a vender, y que puede salir de su carril por lo menos un tiempo. En efecto aquí Benito, que aprovecha el disco para atacar a todo que alguna vez lo haya visto de forma extraña, suena liberado, con ganas de probar algo. 

De hecho su interés se nota en el tipo de colaboradores que lo acompañan en el nuevo disco. Young Miko, Eladio Carrión y el trío de Arcángel, De La Ghetto y Ñengo Flow, los tres de ‘Safaera’ son los ejemplos más evidentes de que está trabajando para el mismo, con los colaboradores con los que tiene mejor relación aunque no sean los más conocidos. Esto también se evidencia en los samples que incluyen a Madonna y al cantautor francés Charles Aznavour, uno de los genios de la canción francesa. Un pequeño recordatorio de que sabe de música más de lo que algunas veces asume la crítica. 

De ese juego brillan ‘Monaco’, ‘Baticano’ y ‘Thunder y Lighting’ aunque será llamativo ver si canciones que en ocasiones no tienen coro ni frases pegajosas pueden mantenerse en el imaginario colectivo. Aunque hay al menos dos concesiones a la fórmula radial, ‘Perro Negro’ y el sencillo ‘Un preview’ que funcionan como piezas de reggaetón tradicionales, será interesante ver si lo nuevo de Bad Bunny se escucha más allá de sus fanáticos más fieles, aunque para ser justo no parece que a él le importe demasiado. 

BAD BUNNY EN VUELTA OLÍMPICA

En cualquier caso es una buena noticia que Bad Bunny esté ya en el punto de su carrera donde puede hacer música sin que su discográfica le haga exigencias. Desde el principio en su trabajo se ha evidenciado cierta curiosidad por experimentar con los límites de su sonido pero la ambición de ser el rey de la música en español parece haberlo metido en una caja con la que ahora empieza a pelear. 

El disco parece un poco una celebración de lo que ha logrado durante su meteórico ascenso a la fama, y celebra dejando claro que mantiene su ambición. Será una buena noticia si esta nueva etapa le permite aprovechar su recién recuperada libertad, aunque los djs seguramente no sabrán muy bien qué hacer con esta colección de canciones.

QUEMANDO ALGUNOS PUENTES

Si algo será llamativo ver en los próximos meses es como el resto del mundo urbano reacciona a algunos comentarios del disco. Residente, Karol G, Anuel (que lanzó un tema junto a Quevedo el mismo día que salió el nuevo disco y que pasó desapercibido) y J Balvin reciben al menos una barra que apunta claramente contra ellos. Esto puede dar de qué hablar en los próximos meses dentro del mundo del hip hop en español. 

BAD BUNNY MANTIENE EL PROBLEMA DE SIEMPRE

El gran problema del disco, como de todo el trabajo de Bad Bunny, es que es demasiado largo. Con 22 canciones y casi una hora y 30 minutos de duración es complicado no sentir algo de cansancio y de repetición hacia el final del conjunto. En algún punto es posible cansarse de canción tras canción del artista presumiendo de su éxito, no es un problema nuevo, pero retirando un par de sencillos y quizás alguna canción más podía ser una pieza más funcional como un todo. 

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Irónicamente dada la constante comparación con Drake es algo que comparte con el canadiense. Es parte de una estrategia entendible para ganar más reproducciones en Spotify, pero no deja de ser un problema de peso a la hora de analizar el disco como un todo y no solo como colección de canciones.