El primero que lo intentó fue Galileo. Su intuición le decía que temperatura y calor estaban relacionados: a mayor sensación de calor, mayor temperatura. No necesitaba más. El siguiente paso fue dar con algún fenómeno natural donde fuera sencillo evaluar el efecto de los cambios de temperatura.
Y lo encontró en un viejo amigo, la dilatación de los gases. La historia de los primeros termómetros no podría estar completa si no se mencionara a Otto von Guericke. Entre sus invenciones destaca un termómetro excepcionalmente bueno.
Pero si hablamos del termómetro moderno, nació en 1724 de las manos de un vidriero holandés, Daniel Fahrenheit, en el que la clave de su éxito correspondía con marcar las divisiones de la escala con un cuidado exquisito.