San Narciso de Jerusalén llegó a convertirse en uno de los primeros Obispos Católicos en la ciudad de Jerusalén, ejerciendo el cargo hasta que tres de los clérigos bajo su cargo se confabularon para acusarlo de haber cometido un crimen terrible.
Si hacemos caso a los datos suministrados por el Instituto Nacional de Estadística español, hoy debemos felicitar a más de 5.400 caballeros que fueron bautizados en nuestro país con el nombre de Narciso. Su alguno es conocido o amigo tuyo, que no se te vaya a olvidar felicitarlo por su onomástico.
San Narciso de Jerusalén
San Narciso de Jerusalén fue un sacerdote que llegó a ser reconocido por su absoluta paciencia, su gran fe en Cristo y todos alababan su santidad. Se ha podido conocer que nació efectivamente en la ciudad de Jerusalén hacia la finalización del siglo I, y que tuvo la oportunidad de formarse en la doctrina de la fe cristiana, gracias a la catequesis que recibió de unos hombres que habían sido formados por el propio Jesús de Nazaret, o que habían tenido la fortuna de haberlo escuchado en su predicación.
Tiempo después, hacia el año 180, cuando San Narciso de Jerusalén ya era presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano, llegó a ser consagrado como Obispo, siendo el trigésimo de la sede situada en Jerusalén, pero al momento de asumir el cargo, San Narciso de Jerusalén ya era un hombre de una edad bastante avanzada, aunque todavía conservada el dinamismo y el ánimo de un joven.
Gracias a ello, en el año 195 tuvo la capacidad para asistir y hasta presidir el Concilio de Cesarea, que tuvo el propósito de unificar con Roma el día en que debía celebrarse la festividad de la Pascua.
Pero tres de los clérigos que se encontraban bajo su mando, que eran cristianos de segunda o de tercera generación, no podían soportar el ejemplo de vida que San Narciso de Jerusalén representaba, ni los ideales que representaba, ni los regaños que les hacía, ni el éxito que San Narciso de Jerusalén tenía, por lo que se confabularon para acusarlo de haber cometido un crimen atroz.
El perdón y el exilio autoimpuesto
Lo que San Narciso de Jerusalén hizo fue perdonarlos, a pesar de sus envidias y difamaciones, y con tristeza tomó la decisión de abandonar el Obispado y dejar con toda humildad que fuera Dios quien obrara en consecuencia, retirándose secretamente a un sitio desconocido en el desierto, en el cual se alojó por un período de ocho años
Durante ese lapso, dos de los sacerdotes difamadores murieron y el tercero de ellos hizo un acto de penitencia y confesó la verdad en público, reconociendo su falta y quedó ciego por causa de las lágrimas que derramó.
Cuando la verdad se supo, San Narciso de Jerusalén decidió regresar del autoaislamiento que se impuso hacia la vida pública, regresando a supuesto, en el cual permaneció en compañía de sus seguidores y fieles hasta que llegó a cumplir los 116 años de edad.
Ya en la última etapa de su vida, San Narciso de Jerusalén pudo gozar de la compañía de Alejandro, Obispo de Flaviada en la Capadocia, quien se mantuvo a su lado todo el tiempo que San Narciso de Jerusalén estuvo vivo y fue nombrado su coadjutor, y luego le sucedió en el cargo.
Se le atribuyeron varios milagros
Uno de los milagros que se le atribuye a San Narciso de Jerusalén fue convertir el agua en aceite una víspera de la celebración de la Pascua, para que los diáconos pudieran encender las lámparas
Además de San Narciso de Jerusalén, el 29 de octubre el Santoral Católico se completa con otros santos y beatos que hicieron que la fe cristiana se expandiera por causa de sus obras o con el ejemplo de sus vidas, entre los que mencionamos:
San Colmán de Kilmacduagh, San Dodón de Wallers, San Feliciano de Cartago, San Honorato de Vercelli, San Narciso de Gerona, San Teodario de Vienne, San Zenobio de Sidón, Beata Ángeles Ginard Martí, Beato Cayetano Errico, Beata María Restituta Kafka y Beato Miguel Rúa.