‘Anboto’ se desmarca de nuevo de un atentado frustrado de ETA contra policías en Vitoria: «No tengo nada que ver»

Soledad Iparraguirre, alias ‘Anboto’, ha vuelto a negar este lunes en la Audiencia Nacional (AN) que participara en un intento de atentado de ETA contra policías nacionales en mayo de 1985 en Vitoria, un ataque que frustró la propia Policía al enterarse del lugar dónde estaba el coche-bomba. En el juicio, que se repite tras anular el Tribunal Supremo (TS) su absolución, la exjefa de la banda ha afirmado que no entró en ETA hasta cinco años después y que en el momento de los hechos no estaba en el País Vasco, sino en Francia.

En su declaración ante el segundo tribunal de la AN que la juzga por estos hechos, ‘Anboto’ ha asegurado que empezó «poco a poco» a trabajar con ETA para hacer tareas como traducir, pero que su entrada efectiva en la organización terrorista se demoró hasta 1990: «No son ciertos y no tengo nada ver» con esta acusación, por la que la Fiscalía reclama para ella 488 años de cárcel al considerarla culpable de querer matar, como mínimo, a 21 policías nacionales.

A preguntas de su abogado, la única parte a la que ha respondido, la exjefa de la banda terrorista se ha ceñido a la declaración que ya hizo en diciembre de 2020, durante el primer juicio, cuando señaló ante la AN que en esa época estaba «escondida» en el País Vasco francés, estudiando magisterio y trabajando como profesora. Ha asegurado que cruzó la frontera y se estableció en el sur de Francia después de ser detenida en 1981, cuando tenía 19 años. Hizo ese cambio para «rehacer su vida», pero le fue «imposible» porque se vio perseguida en suelo francés por «el GAL», ha manifestado. El día de los hechos, en el Polideportivo de Mendizorroza de la capital vasca había un partido de fútbol por la tarde entre los equipos de Vitoria y Lérida. El atentado no llegó a producirse porque los TEDAX localizaron el coche-bomba, desactivaron los explosivos «con riesgo de sus vidas» y los destruyeron antes de que se recibiera una llamada avisando del lugar elegido por ETA.

UNA HUELLA DE ‘PATICORTO’

El juicio, que continuará mañana, se ha vuelto a celebrar después de que el Supremo anulara este año la absolución dictada en favor de ‘Anboto’ y ordenara repetir la vista y que se dicte otra sentencia, al considerar que el primer tribunal de la Audiencia Nacional omitió una prueba de huellas «con una argumentación no racional». Sobre las huellas, uno de los policías que inspeccionó los vehículos usados por el ‘comando Araba’ de ETA para este atentado –dos coches robados, iguales de tipo y color– ha señalado que encontraron varias huellas y solo identificaron una, la cual pertenecía al dirigente etarra Eusebio Arzalluz, alias ‘Paticorto’.

Ha explicado que en la época de los hechos se analizaban las huellas de forma distinta a la actual, pues ahora una máquina las compara entre distintas bases de datos y antes se hacía a mano, con una lupa y solo se podía cotejar con los archivos de la comisaría. En este punto, la primera sentencia de la AN estimó para absolver a Iparraguirre que la «única prueba palmaria» era una huella del dedo pulgar de la mano derecha de Arzalluz, mientras que el resto de las encontradas, sin identificar, quedaron archivadas como anónimas.

No fue hasta 2019, 35 años después, cuando esas huellas volvieron a cotejarse y dos agentes relacionaron algunas con ‘Anboto’, por lo que la AN se vio ante dos informes policiales «contradictorios». El Supremo sostuvo que la argumentación absolutoria de la AN era «manifiestamente equivocada»: «Parte de una premisa que, según salta a la vista, es falaz», puesto que el primer informe no niega que hubiera huellas de la acusada, sino que se archivaron como anónimas. Para el TS, la Audiencia incurrió en un «grave error» y en una alteración «significativa» del cuadro probatorio con su decisión por la ausencia de un «cotejo de las huellas aparecidas en el vehículo» con las relacionadas con ‘Anboto’ que diera un resultado negativo.

EL COCHE DE UN HOMBRE QUE IBA A MISA

Otro agente ha comparecido como testigo para volver a relatar al nuevo tribunal que él fue uno de los que localizaron el coche-bomba en las inmediaciones del estadio de fútbol y aparcado justo donde la Policía Nacional estacionaba «habitualmente» en día de partido. «En cuanto lo vimos sabíamos que estaba lleno de explosivos. El culo estaba prácticamente pegado al suelo por el peso que llevaba», ha contado el policía, para quien la explosión, de haberse producido, habría podido acabar afectando al público del estadio. Según la Fiscalía, 25 kilos de goma 2 y 100 kilos de tornillería –del tipo tirafondos, usados en vías férreas– formaban el artefacto.

Ha contado además que uno de los coches que la banda robó para atentar en Mendizorroza se lo habían quitado a un hombre que tenía que llevar a misa a su mujer, que al ver que su pareja no la recogía avisó a la Policía. «Inmediatamente alertamos para intentar localizar ese vehículo» por si iba a ser empleado en un «posible atentado en el último partido que jugaba el Alavés», ha relatado.

En la sesión de hoy también han testificado por videoconferencia tres condenados por colaborar con ETA en estos hechos. José Ignacio Gaztañaga y Santos Berganza –que pertenecía a la Ertzaintza, la policía vasca– han indicado que nunca conocieron a una mujer en el ‘comando Araba’ y que si dijeron lo contrario en interrogatorios ante la Guardia Civil fue porque los obligaron bajo «torturas». Por su parte, José Miguel Suescun, otro exertzaina, ha asegurado que sí coincidió con una mujer, «Angelines», en dicho comando. En el primer juicio, ‘Anboto’ –ya condenada a más de 300 años de cárcel por otras causas– negó ser conocida dentro de ETA por ese nombre.

El Ministerio Público sostiene que ETA tenía la intención con este atentado «no sólo de acabar con la vida de los policías, sino también de causar importantes destrozos en los vehículos policiales y otros automóviles allí estacionados, así como en las propias instalaciones deportivas». Por eso atribuye a la exjefa etarra veinte delitos de asesinato en grado de frustración, otro de atentado contra agentes de la autoridad y un delito de estragos.