Son muchos los santos y beatos que llevan el nombre de Cristóbal, y para ejemplo tenemos al San Cristóbal que se celebra el mismo día que el de Santiago Apóstol, pero es que además, el 31 de octubre celebramos al beato Cristóbal de Romagna; y si nos referimos a la Iglesia Ortodoxa, el 09 de mayo se rinde honores a San Cristóbal. Incluso en el calendario mozárabe existe un San Cristóbal que se celebra el 10 de julio. Lo cierto es que, según el Instituto Nacional de Estadística español, existen alrededor de 30.000 hombres bautizados con ese nombre en nuestro país. Pero el San Cristóbal al que se le rinde homenaje hoy es a San Cristóbal sacerdote, un clérigo mejicano pacífico que encontró la muerte en medio de las Guerras Cristeras que tuvieron una duración de 3 años en Méjico, la que se enfrentaron el Gobierno y la Iglesia de ese país.
San Cristóbal sacerdote
Nació en el año 1869, en la población de Totatiche, Estado de Jalisco, Méjico, y luego de haberse desempeñado en varios oficios, San Cristóbal sacerdote decidió inscribirse a los 19 años de edad en el Seminario Conciliar de Guadalajara, siendo designado posteriormente como pastor de la Parroquia del pueblo en que nació. Su nombre fue Cristóbal Magallanes Jara y pronto demostró que tenía una absoluta devoción por la figura del Sagrado Corazón de Jesús y por la Virgen del Rosario, siendo calificado como servicial y muy tranquilo, lo cual no lo salvó de la persecución del ejército federal.
Una gran porción de su vida eclesiástica la dedicó San Cristóbal sacerdote a tratar de mejorar las condiciones de vida de los más pobres, llegando a predicar entre la población indígena de los huicholes, y logró fundar un orfanato para los huérfanos, un asilo para resguardar a los ancianos e hizo que se levantaran múltiples capillas en los ranchos de su parroquia.
Cuando en el año 1924 llegó presidir el gobierno mejicano Plutarco Elías Calles, originando muchos cambios y en 1925 intentó crear una iglesia apostólica mejicana, que fuera independiente del Vaticano y que estaría subordinada al Gobierno de Méjico. Un año después se intentó hacer una reforma, con lo que fue llamado la Ley de Calles, que se selló en el año 1926, con la que se quiso separar a la Iglesia del Estado, pero supeditada siempre al Gobierno. Esto ocasionó que fueran expulsados varios sacerdotes extranjeros, cerrándose colegios y conventos religiosos, y la respuesta a estos desmanes fue que la Iglesia tomó la decisión de suspender el culto, con el argumento de que “contando con el favor de Dios trabajaremos para que los artículos antirreligiosos de la Constitución sean reformados”.
Este argumento era pacífico, porque se limitó sencillamente a suspender el culto, pero ello provocó que los feligreses se levantaran en armas, con la consigna de “Viva Cristo Rey”, pretendiendo que se derogara la Constitución mejicana de 1917, que aún se encuentra en vigencia, iniciándose una guerra civil que recibió el nombre de Guerras Cristeras o Cristiadas, entre los años 1926 y 1929, en el que fallecieron aproximadamente 250.000 personas, entre las cuales se encontró San Cristóbal sacerdote, a pesar de que éste se había manifestado en contra de las armas, publicando un artículo en el que aborrecía la violencia afirmando que “la religión ni se propagó ni se ha de conservar por medio de las armas. Ni cristo, ni los Apóstoles, ni la Iglesia han empleado violencia con ese fin. Las armas de la Iglesia son el convencimiento y la persuasión por medio de la palabra”.
Fue enviado a la cárcel acompañado de su presbítero, Agustín Coloca, acusados ambos de alentar la rebelión contra el Gobierno, y a pesar de que pudo demostrar que ello no fue así, de todas formas fue ejecutado por el ejército. Al momento de ser trasladados al cadalso, se cuenta que San Cristóbal sacerdote y su presbítero se dieron la absolución mutuamente, le dijo a su inferior “tranquilízate, hijo, sólo un momento y después el cielo” y a los verdugos les dijo “soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”. Sus reliquias se encuentran a día de hoy en la Iglesia Parroquial de Totatiche.
En esta fecha, también se rinde honores a San Eugenio de Mazenod, San Hemming, San Hospicio de Niza, San Mancio, San Paterno de Dariorige, San Polieucto, San Teobaldo de Viena, San Timoteo de Mauritania y Beato Juan Mopinot.