Hoy nos referiremos a la historia de un hombre de fe muy particular, que tuvo la desgracia de sufrir la muerte de sus padres siendo muy joven y en plena invasión de los sarracenos, y que luego llegó a convertirse a regañadientes, en el Abad de Cluny, cargo que ya había rechazado antes, e incluso llegó a rechazar ocupar el trono de San Pedro. En España, aunque no lo creas, hay cerca de unos cien hombres que han sido bautizados con su nombre.
San Mayolo de Cluny
Llegó a ser el Abad de Cluny, ubicada en la Borgoña francesa, entre los años 956 y 994, pero mientras simplemente tenía el cargo de simple monje de la misma abadía, se negó a ocupar ese cargo. Los datos históricos indican que San Mayolo de Cluny nació en el Castillo de Valensole, y que sus padres eran unos acaudalados provenzales con mucho dinero, pero tuvieron que sufrir la invasión musulmana y todo lo que ello trajo como consecuencia.
Cuando sus padres murieron, tuvo que abandonar el hogar familiar, para dirigirse a la ciudad de Mâcon, en la que vivían los parientes más próximos que le quedaban. En esta ciudad, ubicada entre Saona y Loira, pudo ordenarse como sacerdote y entre sus actividades favoritas se encontraba la meditación en soledad, llegando a construirse un oratorio pequeño a las orillas del río. No sólo se distinguía por ser un hombre muy religioso, que acudía a la oración y a la meditación cada vez que podía hacerlo, sino que también fue un hombre severo con los pecadores, sincero y amable con los que seguían la doctrina cristiana en sus vidas, y todas estas características le concedieron la fama de ser una persona santa.
Llegó una oportunidad en la que Besançson se quedó sin obispo, su nombre fue propuesto para el cargo, pero San Mayolo de Cluny rehusó el puesto y viajó hasta Cluny, cuyo monasterio benedictino, recientemente construido, le había fascinado, llegando a ser monje en los tiempos en que el abad era Aymard. Pronto se hizo fama de honrado y piadoso y Aymard lo puso a cargo de la tesorería del monasterio y de las ofrendas que se recibían, para después convertirse en el hermano bibliotecario.
Antes de que Aymard muriera, lamentablemente se quedó sin vista y quiso que se nombrara otro abad para que ocupara su cargo, proponiéndose el nombre de San Mayolo de Cluny nuevamente, pero éste volvió a negarse a ocupar un puesto de importancia. Afortunadamente, cambió de parecer y desde el 954 ocupó el cargo de coadjutor, siendo ayudado por Aymard, convirtiéndose en el cuarto abad de tan importante monasterio sólo dos años más tarde.
En su ejercicio como abad de Cluny, bajo su mandato, fueron muchos los monasterios que se reformaron por San Mayolo de Cluny, por haberle sido solicitado por el Emperador del Sacro Imperio Romano Otón El Grande y por el hijo que le sucedió, Otón El Rojo, quien además lo animó para que se convirtiera en papa, cargo al que San Mayolo de Cluny se negó rotundamente, porque no aspiraba a más que ser el abad de Cluny.
A San Mayolo de Cluny se le atribuyeron una cantidad de milagros, así como la conversión de muchos musulmanes al cristianismo. Se cuenta que en un viaje que hizo a Pavia, se unió a varios monjes, quienes fueron interceptados por un grupo de musulmanes, que capturaron a unos cuantos, y aunque San Mayolo de Cluny pudo haber escapado, permaneció al lado de los cautivos, y al negarse a convertirse al islam, fue encadenado en una cueva, de la cual fue rescatado por monjes de Cluny, quienes al saber de su detención pagaron un rescate por su liberación de mil libras en plata a los árabe que lo tenían cautivo. Al llegar a la edad de los 82 años, se retiró de su cargo, convirtiendo a Odilo en su coadjutor, tal como Aymard hizo con él. Finalmente se retiró y cuando tenía 84 años le fueron encargadas las reformas de Saint-Denis, pero haciendo el camino a Paría falleció.
Los monjes de Cluny solicitaron que sus restos fueran devuletos a la abadía, pero los monje de la comuna de Sauvigny, donde falleció San Mayolo de Cluny, se negaron, alegando que sus restos debían permanecer en el sitio en el que había fallecido y allí aún se conserva su tumba, ubicada en el jardían del Priorato de Sauvigny, que se convirtió desde entonces en un sitio de peregrinación y veneración, hasta donde acudía el propio Hugo Capeto, Rey de Francia desde 987 hasta 996.
El 11 de mayo, no solamente se recuerda a San Mayolo de Cluny, sino que también se celebra a San Antimo de Roma, San Evelio, San Francisco de Jerónimo, San Gangulfo de Varennes, San Ignacio de Láconi, San Iluminado de San Severino, San Iluminado (monje), San Mamerto de Vienne, San Mateo Lê Van Gâm, San Mayulo de Bizacena, San Mocio de Bizancio y Beato Gregorio Celli.