El prehistoriador de la UNED José Manuel Maillo, que dirige una excavación en la Garganta del río Olduvai de Tanzania, junto a Santiago David Domínguez-Solera, Enrique Baquedano y Manuel Domínguez-Rodrigo, han demostrado que el pisoteo de los équidos produce lascas similares a las talladas por los primeros humanos. Sus conclusiones han sido publicadas en la revista especializada ‘Journal of Archaeological Science: reports’.
Estos arqueólogos han encontrado, en entornos aislados, vestigios de lascas de rocas de sílex, cuarzo o cuarcita en yacimientos africanos del periodo Olduvayense, datado entre hace 2,7 y 1,8 millones de años, que podrían ser producto de la talla de humanos para hacer sus herramientas.
El proceso de golpeo de rocas para extraer estas lascas y su uso como cuchillos, raederas y similares, se produce por la percusión de una piedra, a modo de martillo, sobre un núcleo, la piedra a tallar, apoyada en otra, que funciona como yunque. Es intencionado y su destino es la producción de herramientas, obteniéndose como resultado «unas lascas muy características», explica Maillo. «Este método se da en muchos momentos del paleolítico, pero es común durante el Olduvayense, la primera industria humana que se ubica entre hace 2,7 y 1,8 millones de años», añade.
Los primates, como los chimpancés o los bonobos, también rompen piedras, pero no con intención de crear herramientas, y en el caso de los capuchinos, que también lo hacen, es para acceder a las sales minerales que se hallan en su interior.
Sin embargo, los hallazgos de las lascas, aisladas en estos contextos de las primeras industrias humanas, se asocian directamente al género humano, es decir, a nuestros antepasados paleolíticos. «Ahora, gracias a este trabajo, sabemos que esas acumulaciones de piedra tallada podrían no tener un origen antrópico en algunos casos y debemos afinar más nuestros análisis de los yacimientos para cerciorarnos», explican los investigadores, que llegaron a este hallazgo gracias a un experimento con tres burras y una yegua.
EL EXPERIMENTO
El experimento surgió a raíz de observar cómo las tres burras del estudio, propiedad de un ganadero de Sotos (Cuenca), pisoteaban piedras para recortarse las pezuñas, puesto que no están herradas. Los investigadores colocaron en el suelo de la finca donde se encontraban los animales nódulos de cuarcita y sílex, materias primas empleadas por los humanos para la talla durante el paleolítico. «El experimento se desarrolló durante 52 días. Las tres burras, a las que se unió una yegua durante dos días, fueron monitorizadas de manera diaria y por la noche con cámaras de movilidad», recuerda Maillo.
Durante los días que duró el experimento, las primeras comprobaciones demostraban que los equinos utilizan el pisoteo sobre las piedras para recortar sus pezuñas sin herrar. El golpeteo contra los nódulos de piedra les ayudaba a evitar un crecimiento excesivo de los cascos. «Las burras y la yegua golpeaban piedras para limar sus pezuñas a base de golpes contra bloques de piedra y a consecuencia de ello se tallaba la roca», afirma el prehistoriador.
Concluido el periodo de observación, se recuperaron las lascas y se documentó la dispersión espacial de la talla. Tras el análisis de los restos, los investigadores descubrieron que las lascas eran básicamente iguales a las que habría producido la talla intencional de un «artesano» Olduvayense.
«El resultado, que se presenta en el artículo publicado en el ‘Journal of Archaeological Science: reports’, es que el golpeo para esta acción de recorte de las pezuñas que provoca la fractura de la roca genera unos fragmentos que son iguales a los obtenidos mediante el método de talla de percusión bipolar (sobre yunque) por los grupos humanos».
Por ello, Maillo advierte de que su trabajo sirve para dar «un toque de atención» sobre el hecho de que posibles pequeños conjuntos aislados con lascas de este tipo encontrados en las regiones de África donde se encuentra el Olduvayense «pueden ser humanas o puede que no».
«Los équidos sin herrar a veces recortan sus pezuñas golpeando rocas con fractura concoidea, las mismas que usan para tallar sus herramientas los humanos del Paleolítico», explica el investigador, que concluye afirmando que «las lascas ‘talladas’ por los équidos y las humanas en el Olduvayense no tienen diferencias morfológicas».