La escritora Jimina Sabadú disecciona en ‘La conquista de Tinder’ (Turner) el funcionamiento de una red social predominante en la sociedad actual a la hora de buscar relaciones y que, al entender de la autora, ha terminado por crear un «mercantilismo del amor».
«Hay esa idea de que somos tantos que, al final, se trata casi de elegir un producto: terminas asociando a las personas con bienes de consumo», ha señalado en una entrevista la periodista, quien decidió escribir este libro a raíz de su experiencia personal en la citada red durante varios años.
Precisamente, Sabadú no considera haber tenido un paso agradable por Tinder y, de hecho, espera no tener que volver a usarlo –a día de hoy, está con pareja estable–. «Francamente, me volvería doler porque es como una adicción: cuando ves la posibilidad de conocer tanta gente, piensas que va a ser algo muy guay», ha explicado.
No obstante, de lo esperado al resultado final hay un trecho –«al final, lo que uno se encuentra son fotocopias de otra gente»– y, en el libro, la propia autora hace una distinción entre «estafadores y estafados». También habla del perfil de los «encadenadores de citas» tanto de género masculino como del femenino.
Y, de todos estos encuentros que surgen a diario, prefiere centrarse en el rechazo u olvido que salen de todos ellos –lo más habitual–, dando lugar a la «herida narcisista» que sufren por igual hombres y mujeres.
«Es honda y grave y sus consecuencias también lo son. Se habla mucho de ella en los textos psiquiátricos, pero llegará un día, estoy segura, en la que se hablará de la herida narcisista que causan los golpes pequeños, pero dolorosos y continuados, que causan este tipo de citas», ha apuntado en el libro.
En ‘La conquista de Tinder’ se recuerda que no solo esta red social, sino muchas otras como Badoo o Pure, surgen como negocio y «siempre han buscado la manera de que se pague». «Por ejemplo, en Tinder hay un máximo de 50 ‘likes’ cada 12 horas y, si quieres dar más, toca pagar: lo gratis no existe y menos si hay una urgencia», ha señalado.
A todo esto, añaden «otra perversión»: la distancia de «poder hacer lo que uno quiera sin que se le vea». «Es como la pregunta de si matarías a alguien por un millón de dólares y no supieras a quién. Esto es igual, puedes dejar de hablar con alguien si pulsas un botón, olvidando que hay otra persona al lado», ha lamentado.
En cualquier caso, Sabadú no quiere «demonizar» a estas redes pues, al igual que Internet, el problema «es lo que hay detrás de ellas». «A mí en un momento dado me dio la vida, porque sin ellas habría estado más sola que la una. Pero se trata de hacer un llamamiento para tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti», ha indicado.