Esta es la tercera fecha en la que podemos felicitar por su onomástico a todos los Marcelos, que según el Instituto Nacional de Estadística español son alrededor de 6.500, de modo que no sólo podemos hacerlo el 30 de octubre, que es el onomástico de San Marcelo de León, y el 16 de enero, que es el onomástico de San Marcelo I, Papa. Pero hoy la celebración es muy especial, porque se trata del Beato Marcelo Spínola, quien nació en la ciudad gaditana de San Fernando, y llegó a convertirse en el Obispo de Cádiz.
Beato Marcelo Spínola
Nació en San Fernando, Cádiz, el 14 de enero de 1835 y falleció en Sevilla, el 19 de enero de 1906. En vida, el Beato Marcelo Spínola fue un clérigo español que llegó a desempeñarse como Obispo de Coria y Málaga, Arzobispo de Sevilla y llegó a ser nombrado Cardenal por el Papa Pío X. Pero no sólo se dedicó a las labores eclesiásticas, porque en el año 1899 fundó el Correo de Andalucía.
el Beato Marcelo Spínola fue beatificado, hasta que finalmente Juan Pablo II lo beatificó en el año 1987. Sus restos reposan en la Catedral de Sevilla y su tumba es un centro de peregrinación para sus fieles creyentes. Sin duda, uno de los aspectos que más contribuyó a su beatificación fue el apoyo que el Beato Marcelo Spínola exhibió en vida a los trabajadores, cuando perdían sus empleos, siempre tendiéndole la mano a los menos favorecidos.
Se dice que nació dentro de una familia de posición acomodada socialmente, lo que le permitió asistir a la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla. Una vez graduado, comenzó su formación religiosa, llegando a tomar los votos como sacerdote en el año 1864, y su primer destino como sacerdote fue la Iglesia de la Merced en Sanlúcar, llevando luego, al mismo tiempo, el cargo de padre mayor en la Hermandad de San Pedro, que se dedica exclusivamente a la realización de obras benéficas.
Dos décadas después de su ordenación, el Papa León XIII lo nombra Obispo de la ciudad de Málaga, y se aprovecha de ese nuevo cargo para exigir una mejora en las condiciones laborales de los trabajadores de esa localidad, dedicándose igualmente a abrir refugios sociales para darles cobijo a aquellos que carecían de un hogar. Con posterioridad, se convirtió en Arzobispo de Sevilla y su labor le valió recibir la Orden de Isabel la Católica.
Pero hoy también celebramos el onomástico de San Mario, cuyo nombre es de origen etrusco, que proviene de Maris y que hace alusión al dios romano Marte, quien era el señor de la guerra. Si conoces a alguno de los 102.081 hombres que han sido bautizados con el nombre de Mario, según el Instituto Nacional de Estadística, no olvides felicitarlo.
Se dice que San Mario era un comerciante persa que vivió en el siglo III, pero cuya devoción por la fe cristiana lo obligó a emigrar hacia Roma con su esposa Marta y sus dos hijos, con el objetivo de visitar y rendir tributo a las reliquias de los mártires de aquella época.
Cuentan que se dedicó a visitar, a socorrer y a dar consuelo a los cristianos que se encontraban detenidos e iban a sufrir algún castigo, pero el emperador Claudio II, al enterarse de su obra, ordenó que tanto San Mario como su familia fueran detenidos en el año 270.
Al no renegar de su fe, fueron pasados a manos del juez Musciano, con orden de torturarlos hasta que muriesen. Sufrieron de apaleamientos y mutilaciones, pero su fe los sostuvo, hasta que finalmente se ordenó que fueran decapitados y por eso forman parte del Martiriólogo Romano.
Ahora bien, en esta misma fecha, también se celebra a Santa Marta, San Ábaco, San Audifax, San Arsenio, obispo, San Basiano, San Germánico, San Launomaro, San Macario el Grande, San Ponciano, San Remigio de Rouen, Beato José Sebastián Pelczar y Beato Santiago Salès