El Papa ha mostrado su apoyo a la comunidad católica de Grecia, cuya población oscila entre 50.000 y 70.000 personas y forma parte de una minoría religiosa, ante los que ha asegurado que a pesar de ser pocos no son «insignificantes».
«Tantas veces tenemos la obsesión de aparecer, de la visibilidad, pero en el reino de Dios no hay manera de llamar la atención», ha señalado ante religiosos y religiosas del país.
La mayor parte de la comunidad católica de Grecia son una reminiscencia del dominio veneciano y genovés en el sur de Grecia y muchas islas griegas desde principios del siglo XIII hasta finales del siglo XVIII, o descendientes de miles de bávaros que llegaron a Grecia en la década de 1830 como soldados y administradores civiles, acompañando al rey Otto. También hay muchos trabajadores migrantes que han hecho que la presencia de católicos se haya duplicado en los últimos 30 años.
Ante ellos, Francisco ha puesto el ejemplo del apóstol San Pablo, que «en Atenas estaba solo, superado en número y tenía escasas posibilidades de éxito, pero no se dejó vencer por el desánimo, no renunció a la misión ni se dejó atrapar por la tentación de lamentarse».
En su segunda cita del día en Atenas, en la Iglesia de San Dionisio, ha advertido de la «tentación del triunfalismo». «A nosotros, como Iglesia, no se nos pide el espíritu de la conquista y de la victoria, la magnificencia de los grandes números, el esplendor mundano. Todo eso es peligroso. A nosotros se nos pide que sigamos el ejemplo del granito de mostaza, que es ínfimo, pero crece humilde y lentamente», ha explicado.
Francisco también ha lamentado «con vergüenza» las acciones y decisiones de la Iglesia Católica basadas «en la sed de ganancias y de poder» y ha pedido perdón «por los errores que han cometido tantos católicos».
En su reunión con una delegación de la Iglesia Ortodoxa autocéfala griega presidida por el Arzobispo ortodoxo, Su Beatitud Ieronymos, el Pontífice ha señalado que visita el país «como peregrino, con gran respeto y humildad, para renovar esa comunión apostólica y alimentar la caridad fraterna».
«Es un gran consuelo la certeza de saber que nuestras raíces son apostólicas y que, no obstante las distorsiones del tiempo, la planta de Dios crece y da frutos en el mismo Espíritu. Y es una gracia que reconozcamos los unos los frutos de los otros y que juntos agradezcamos al Señor por ello», ha afirmado el Papa.
Francisco ha recordado que en abril de 2016 visitó junto al Patriarca Ecuménico Bartolomeo y el Arzobispo de Atenas, Ieronymos II, el campo de refugiados Morias, en la isla griega de Lesbos.
«En la emergencia de uno de los dramas más grandes de nuestro tiempo, el de tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la indiferencia y vistos solo como una carga que hay que gestionar o, todavía peor, que hay que delegar a otro», ha recordado para advertir de su regreso a un Mediterráneo que «preocupa y divide» pero también «une».
Finalmente, ha instado a no «hacer proselitismo» y respetar plenamente la libertad de los demás.