Un nuevo estudio llevado a cabo por el Consorcio del Mapa de la Naturaleza concluye que la gestión de un 30% de la tierra estratégicamente situada para su conservación podría salvaguardar el 70% de todas las especies de plantas terrestres y animales vertebrados consideradas, conservando al mismo tiempo más del 62% del carbono vulnerable del mundo por encima y por debajo del suelo, y el 68% de toda el agua limpia.
En noviembre, los gobiernos se reunirán en Glasgow en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Las soluciones climáticas naturales para la mitigación y la adaptación ocuparán un lugar destacado en el orden del día, como demuestran el reciente Pacto por la Naturaleza del G7 y el Compromiso de los Líderes por la Naturaleza firmado por 88 jefes de gobierno.
En 2022, China acogerá la Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas para acordar un nuevo Marco Mundial de la Biodiversidad, que incluirá los objetivos propuestos de conservar al menos el 30% de la tierra y el océano para 2030 y de aplicar una planificación espacial integrada que incluya la biodiversidad para abordar el cambio de uso de la tierra y el mar.
Para detener el declive de la naturaleza y cumplir los objetivos del Acuerdo de París, es necesario diseñar y aplicar estrategias para gestionar mejor el uso de la tierra para la agricultura, las infraestructuras, la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo, el suministro de agua y otras necesidades.
Como se subraya en el borrador del Marco Global de Biodiversidad y en los esfuerzos actuales de Costa Rica, China y otros países, esto requiere una planificación espacial para evaluar dónde la conservación de la biodiversidad aportaría los mayores beneficios a otros objetivos políticos.
Para apoyar esas estrategias integradas, un documento del consorcio Nature Map que acaba de publicarse en la revista ‘Nature Ecology and Evolution’ presenta un enfoque para la planificación espacial. El documento se propone determinar las áreas de importancia mundial que deben ser gestionadas para su conservación con el fin de proteger simultáneamente el mayor número de especies de la extinción, conservar las reservas de carbono terrestre vulnerables y salvaguardar los recursos de agua dulce.
Este esfuerzo es el primero de este tipo en integrar realmente la conservación de la biodiversidad, el carbono y el agua dentro de un enfoque común y un único mapa de prioridades mundial. Otra novedad distintiva del trabajo es la consideración de un amplio conjunto de datos de distribución de plantas (alrededor del 41% de todas las especies vegetales) en los análisis, y el establecimiento de objetivos de especies para el riesgo de extinción.
«Para aplicar las estrategias de biodiversidad posteriores a 2020, como el Marco Mundial de la Biodiversidad, los responsables políticos y los gobiernos necesitan tener claro dónde los recursos y la gestión de la conservación podrían aportar los mayores beneficios potenciales a la biodiversidad», explica el autor principal, Martin Jung, investigador del Grupo de Investigación sobre Biodiversidad, Ecología y Conservación del IIASA».
«Al mismo tiempo –prosigue–, la biodiversidad no debe considerarse de forma aislada. Otros aspectos, como la conservación de las reservas de carbono dentro de los ecosistemas naturales, deben considerarse junto a la biodiversidad, de modo que puedan evaluarse las sinergias y compensaciones cuando se persiguen objetivos múltiples».
El coautor del estudio, Piero Visconti, que dirige el Grupo de Investigación sobre Biodiversidad, Ecología y Conservación del IIASA, añade que «los nuevos mapas de prioridades globales elaborados en el marco del estudio demuestran que, a la hora de identificar nuevas áreas que gestionar para la conservación, como las áreas protegidas o los bosques gestionados por la comunidad, la calidad (ubicación y eficacia de la gestión) es más importante que la cantidad (extensión global)».
«Para aspirar a la calidad de la conservación y lograr el objetivo de salvaguardar la biodiversidad, los organismos gubernamentales y no gubernamentales deberían fijar objetivos e indicadores para lo que quieren: conservar las especies, los ecosistemas sanos y sus servicios a las personas, e identificar las áreas a conservar en consecuencia. Nuestro estudio ofrece orientación sobre cómo hacerlo», añade.
Como muestra el trabajo, para alcanzar estos objetivos será necesario ubicar estratégicamente las intervenciones de conservación mediante herramientas de planificación espacial como Nature Map y, sobre todo, capacitar a sus administradores para que gestionen eficazmente estas áreas.
«Este tipo de enfoque puede ayudar a los responsables de la toma de decisiones a priorizar las ubicaciones para los esfuerzos de conservación, y muestra lo mucho que podrían ganar tanto las personas como la naturaleza. Para tener éxito a largo plazo, estas zonas deben gestionarse de forma eficaz y equitativa. Esto incluye respetar los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales y darles poder», dice la coautora Lera Miles, especialista técnica principal en planificación de lugares del Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA-WCMC).
«Los mapas para la planificación espacial integrada, como se pide en el proyecto de Marco Mundial de la Biodiversidad, son necesarios para cumplir los objetivos climáticos y de biodiversidad. También son fundamentales para financiar soluciones climáticas naturales, mejorar los mercados de carbono y hacer más ecológicas las cadenas de suministro», asegura Guido Schmidt-Traub, uno de los autores del trabajo que también ha escrito un comentario relacionado en el mismo número de ‘Nature Ecology and Evolution’.
El estudio demuestra que la optimización conjunta de la biodiversidad, el carbono y el agua maximiza las sinergias que pueden obtenerse de la conservación en comparación con el énfasis en cualquier activo individual por sí solo. Si se actúa estratégicamente en lugares seleccionados, se pueden conseguir importantes beneficios en las tres dimensiones. Sin embargo, es necesario que todos los agentes de la sociedad intensifiquen los esfuerzos de conservación para alcanzar los objetivos globales de biodiversidad y clima, añaden los autores.
Jung señala que el análisis identifica el máximo valor potencial de cualquier área determinada para ser gestionada para la conservación a escala global. El equipo no sugiere ni implica en absoluto que todas las zonas de alto valor deban ser objeto de una protección estricta, ya que reconoce que estas opciones de gestión las deciden las partes interesadas nacionales y locales.
Los análisis del equipo también confirman cuantitativamente muchas zonas descritas anteriormente como puntos calientes de biodiversidad, que antes se basaban únicamente en la opinión de los expertos. Al incluir datos seleccionados del árbol global de la vida que hasta ahora se habían ignorado en las priorizaciones globales -como los reptiles y las plantas-, el equipo identificó nuevas zonas que deben considerarse importantes para la biodiversidad a escala mundial. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, el sureste de Estados Unidos y los Balcanes.
La investigación también ha servido para actualizar y mejorar la información sobre todas las zonas de importancia mundial para la conservación de la biodiversidad.
«El estudio sienta las bases para una nueva generación de ejercicios integrados de priorización y planificación que todos los actores pueden utilizar para fundamentar las opciones de conservación a nivel regional, nacional y subnacional», concluye Jung.