Las poblaciones de buitres, alimoches y quebrantahuesos han crecido en España en la última década gracias tras la modificación de la normativa española sobre alimentación de aves necrófagas, de modo que la recuperación de estas especies han permitido incluso ceder ejemplares para reintroducción a Francia, Bulgaria, Italia o Israel, sobre todo de buitres negros y buitres leonados.
Así se refleja en el informe elaborado por el grupo de trabajo sobre alimentación de especies necrófagas formado por representantes del MITECO y de las comunidades autónomas y expertos, que incluye las actuaciones para mejorar la disponibilidad de alimento para estas especies, identificadas como prioritarias a nivel europeo.
El documento expone que la normativa de alimentación de necrófagas recogida en el Real Decreto 1632/2011 ha contribuido a esta mejora y los programas de alimentación de las comunidades autónomas cubren prácticamente la mitad de las necesidades de alimento anuales, la mayoría en explotaciones extensivas situadas en zonas de protección para la alimentación de especies necrófagas.
España concentra más del 90 por ciento de ejemplares de necrófagas de toda Europa y constituye el principal enclave a nivel mundial para la protección de estas especies.
El informe analiza el cumplimiento de la norma que estableció hace diez años un marco legal para el aporte de distintos tipos de carroña en comederos vallados autorizados por las administraciones y permite a las explotaciones ganaderas no recoger los cadáveres de animales domésticos como ovejas o cabras con el objetivo de facilitar el acceso al alimento a las especies necrófagas.
A raíz de esta normativa, 14 comunidades autónomas han aprobado planes propios para delimitar zonas de protección para la alimentación de especies necrófagas, que se extienden hoy en día por el 61 por ciento del territorio nacional.
En estas áreas, al menos nueve comunidades han autorizado a explotaciones ganaderas a dejar los cadáveres de los animales, sin obligación de retirarlos para su destrucción en plantas transformadoras de subproductos no destinados a consumo humano.
En total, hay más de 15.700 explotaciones ganaderas que desarrollan esta actividad, sobre todo en Extremadura, Cantabria, Andalucía, Castilla y León y Navarra. De esta forma, en 2019 se generaron más de 6.200 toneladas de carroña, casi el doble de lo que se generó en 2015.
Esta cantidad supone más del 60 por ciento de la comida que proporcionan a las necrófagas los programas oficiales autonómicos.
El otro 40 por ciento lo cubren las más de 3.600 toneladas de carroña recogida en los más de 250 comederos vallados en 11 comunidades autónomas. Ambos sistemas han facilitado el 46,7 por ciento del alimento anual de las especies necrófagas, prácticamente la mitad de sus necesidades tróficas.
El resto de carroña consumida por estas aves proviene de otras fuentes no gestionadas directamente por las administraciones, como son especies silvestres, otros cadáveres de ganado y fuentes antropogénicas de alimento como los basureros.
El documento añade que la participación activa del sector ganadero ha permitido aportar carroñas en un escenario de beneficio mutuo a nivel ecológico y económico. En concreto, el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico destaca que las especies necrófagas, al alimentarse de animales muertos y, en ciertos casos, enfermos, ayudan a limitar la diseminación de patógenos entre los animales, lo que favorece la gestión sanitaria de la ganadería.
Además, evitan la retirada de cadáveres animales del medio rural y su posterior tratamiento en plantas industriales, permitiendo un ahorro económico y una reducción del nivel de emisiones de gases de efecto invernadero.
Entre las más comunes destaca el buitre leonado, con unas 30.000 parejas reproductoras; el buitre negro, con 2.500 parejas aproximadamente; el alimoche común, con una población estable de 1.500 parejas; y el quebrantahuesos, con unas 133 unidades reproductoras.
No obstante, el MITECO señala la necesidad de seguir trabajando en los programas oficiales de alimentación y frenar los factores que amenazan a estas especies como la persecución intencionada de animales depredadores, el uso ilegal de cebos envenenados o la muerte por infraestructuras como tendidos eléctricos o aerogeneradores.