En esta ocasión te enseñaremos el ingrediente alternativo de la receta de bechamel. Si eres de los que en esta receta de la bechamel no toleras la harina, las grasas saturadas de la mantequilla o quizás la leche te sienta mal te diremos qué puedes elaborar igualmente una señora bechamel casera prescindiendo de estos ingredientes. Incluso de todos a la vez.
Lo que se dice de cambiar la mantequilla
Los puristas quizás dirán que sin harina, leche o sin mantequilla no se le puede llamar bechamel porque no son lo mismo, pero esta vez decidiremos prescindir de esas categorías y optar por salsas alternativas que funcionarán igual de bien que nuestra amiga la bechamel tradicional en croquetas, canelones, lasañas o verduras al horno.
¿Cómo se prepara?
- Iniciemos primero por las cantidades, que en este caso variarán en función de los ingredientes que elijamos y, por supuesto, en función de lo espesa o líquida que nos guste esta salsa o que requiera el plato en el que vamos a incluirla. Aunque podríamos decir que las medidas estándar de una bechamel tradicional son: medio litro de leche entera, 50 g de mantequilla a y otros 50 g de harina.
- Sustituimos la leche por caldo de verduras casero. Y nos queda una bechamel fantástica para acompañar unas verduras al horno gratinadas o unas croquetas de verduras. De hecho, si hemos hervido un brócoli o una coliflor, una buena opción es preparar la bechamel con el caldo sobrante, un toque de harina y mantequilla, poner al horno a gratinar con un buen queso.
- Mantequilla por aceite de oliva. Sustituir las grasas saturadas de la mantequilla por las poliinsaturadas del aceite de oliva suele ser una buena idea. Nuestra recomendación es evitar el virgen extra y utilizar un aceite de oliva de sabor discreto, incluso uno de girasol o sésamo puede funcionar.
- Leche por bebidas vegetales. Pero cuidado, porque buena parte de las leches vegetales tienen un sabor dulzón que tal vez siente mal al plato que estamos elaborando. Recomendamos evitar algunas de sabor muy marcado, como la de almendras, nueces, avellanas o avena, y optar por las de sabor más discreto, como la bebida vegetal de arroz o la de soja. Que sea ecológica y sin aditivos, pues las industriales suelen llevar azúcares añadidos que conviene evitar porque modificarán el sabor del plato.
- Trigo por otros cereales. Podemos sustituir la harina de trigo por centeno, espelta, kamut, trigo sarraceno, arroz o cualquier otro cereal que nos siente mejor. Cambiará levemente el color de la bechamel, que tendrá un sabor, además, mucho menos harinoso y nos sentará infinitamente mejor.
- Mantequilla por mantequilla vegana. Podemos comprarla hecha o elaborarla en casa, de manera que siempre tendremos nuestra mantequilla o margarina vegana lista para desayunar.
- Harina por harina de garbanzos. Además de ser muy nutritiva y estar deliciosa, pues su sabor es discreto y apenas notaremos la diferencia con una bechamel tradicional, la harina de garbanzos no tiene gluten, de manera que es perfecta tanto para celíacos como para todos aquellos que en los últimos tiempos han decidido seguir la tendencia.
- Tuneos al gusto. Una vez cogido el truco a tunear la bechamel, podemos ir improvisando en función del plato que vayamos a cocinar. Podemos elaborar, por poner un ejemplo, una bechamel de almendras con bebida vegetal y harina de este fruto seco, que será perfecta para algunos platos.
Alternativas a la bechamel más clásica
Con un poco de imaginación, podemos pensar alternativas para la bechamel más clásica y, así, hacerla menos calórica o salvar algunas intolerancias alimentarias. Todos conocemos las virtudes y pequeños inconvenientes de la bechamel más clásica, pero muchos no hemos caído en la cuenta de que podemos preparar otras versiones alternativas de esta salsa. Si queremos hacerla menos calórica o salvar algunas intolerancias alimentarias, existen algunas soluciones.
Si queremos una bechamel con menos calorías, sin gluten o apta para veganos, existe siempre una alternativa. Por ejemplo, si queremos reducir las calorías que aporta la versión más tradicional de la bechamel, podremos sustituir algunos de sus ingredientes por otros menos calóricos.
Así, podríamos cambiar la leche entera por leche semidesnatada o incluso desnatada; utilizar harina integral en vez de la tradicional o cambiar la mantequilla por aceite de oliva virgen extra, una apuesta mucho más saludable. Con cualquiera de estos gestos, conseguiremos una bechamel de similar sabor y textura, pero que nos proporcionará una mejor digestión.
Una bechamel apta para celíacos
Estas decisiones son importantes, ya que el cambio de algunos de estos ingredientes convertirá la bechamel en una salsa apta para celiacos. Por ejemplo, podremos cambiar la harina de trigo por harina de otros cereales o incluso por quinoa, de manera que ésta pase a ser apta para las personas celiacas.
En esta misma línea, la leche de vaca puede ser reemplazada por bebidas vegetales o un caldo casero de verduras, dándole a la bechamel, además, un punto vegano. En estos casos, sí cambiará el sabor de la salsa y su apariencia, aunque tampoco en exceso.
Pero también podremos hacer una bechamel de coliflor y cebollas o de calabacín. En el primer caso, bastará con pochar cebollas y hervir la coliflor para, más tarde, agregar leche vegetal. Especias al gusto y gratinar en el horno serán los últimos pasos para la bechamel de coliflor.
Con la bechamel de calabacín, a su vez, conseguiremos una salsa baja en calorías e ideal para dietas. El calabacín, en este caso, sustituiría a la harina y es importante añadirlo pelado y no entero. Para que la salsa quede más cremosa, nada mejor que añadir algunos quesitos desnatados. El resultado será sin duda sorprendente.
Si, por el motivo que sea, lo que buscamos es una bechamel más densa y contundente, podremos plantearnos hacer uso de la nata. Para ello, deberemos jugar con las proporciones entre la leche y la nata hasta dar con la textura que queramos. Eso sí, si la receta lleva muchos ingredientes, como suele ser el caso de las lasañas o los canelones, es mejor que nos olvidemos de la nata.