Las precipitaciones acumuladas en Ceuta durante los primeros días de marzo, cuando episodios de lluvias torrenciales dejaron sobre la ciudad autónoma 220 litros por metro cuadrado en apenas 48 horas, han permitido esta semana al Gobierno de la Ciudad Autónoma parar por primera vez en cinco años la producción de la planta desalinizadora, que habitualmente cubre el 90% de la demanda de la población local, unos 25.000 metros cúbicos al día.
Fuentes del Ejecutivo autonómico han explicado en declaraciones que la parada de la planta se prevé mantener, en función de la evolución del consumo y de las precipitaciones, «hasta mediados de abril».
Los pantanos de El Infierno y el Renegado, con capacidad para 600.000 y 1,6 millones de metros cúbicos de agua, respectivamente, se encuentran actualmente a un 90% y un 60% de su capacidad máxima gracias a las aportaciones de sus cuencas hidrográficas (10% del total embalsado), de los manantiales de la localidad marroquí de Beliones y de la estación de impulsión del arroyo de Las Bombas, ubicada en la zona neutral fronteriza con el Reino alauita.
Según la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), en Ceuta «los problemas de suministro por escasez de recursos, que en la península residen habitualmente en la sequía meteorológica, es decir, en el déficit en precipitaciones, tienen unas características distintas en la demarcación de Ceuta», donde se ligan fundamentalmente a una posible avería de la desaladora, que tras su última ampliación tiene capacidad para producir 32.000 metros cúbicos diarios.
En la gestión de los recursos se busca «un equilibrio entre garantía, calidad y coste». El agua procedente de precipitaciones o los manantiales de Benzú es «considerablemente más económica» que la desalinizada, en cuya generación la Ciudad Autónoma invierte cada año más de 84 euros por habitante, en total alrededor de ocho millones de euros que el Estado financia al 50%.