El Museo Goya de Zaragoza incorpora la obra ‘San Ignacio de Loyola’

El ‘Museo Goya. Colección Ibercaja-Museo Camón Aznar’ ha incorporado la obra ‘San Ignacio de Loyola’, un óleo sobre lienzo de 85 por 75 centímetros, que ha sido cedida por un propietario privado, y que pertenece a la etapa joven del pintor de Fuendetodos.

Se exhibe en la sala principal del museo, dedicada al ilustre pintor aragonés, por lo que enriquece y complementa el discurso sobre el mismo, especialmente en lo que se refiere a Francisco de Goya y su contexto, sumándose a los lienzos y grabados del artista que integran la colección permanente de la entidad.

Así lo han explicado en la presentación del cuadro a los medios de comunicación el presidente de Fundación Ibercaja, Amado Franco, el director general de esta fundación, José Luis Rodrigo, y la directora del Museo Goya, Rosario Añaños.

Amado Franco ha señalado que éste es un «día grande» para el museo, en el año en el que se cumple el 275 aniversario del nacimiento de Goya, en el que Fundación Ibercaja quiere recordar su legado y reflexionar sobre su significado.

Al respecto, ha subrayado que esta entidad siempre ha tenido entre sus objetivos «realzar y dar a conocer la figura de este aragonés universal, pintor de Fuendetodos» y «qué mejor manera que poner a disposición de los aragoneses y de todos los que nos vistan la obra del pintor», ha apostillado.

EXCELENTE VALOR

El presidente de la fundación ha señalado que en función del mercado, de las «oportunidades y las circunstancias, paso a paso», van reuniendo una colección sobre Goya «que tiene un excelente valor». En esta ocasión, ha agradecido al propietario la cesión en depósito, quien les ha pedido no dar a conocer su identidad.

Amado Franco ha confiado en que el museo pueda contar con ella «muchos años» ya que no se ha fijado un plazo para el depósito, para esgrimir que los propietarios de obras de esta calidad quieren que se puedan «disfrutar y valorar» ya que «no es lo mismo cuando un cuadro está expuesto y figura en catálogos, que si está guardado».

En relación con la celebración del 275 aniversario del nacimiento de Goya, el presidente de Fundación Ibercaja ha afirmado: «Todos los aragoneses estamos interesados en potenciar su figura» porque «es un valor que tenemos» y hay «colaboración con todos, indudablemente con el Gobierno de Aragón, con el Ayuntamiento de Zaragoza, con la Institución Fernando el Católico, con todo el mundo».

OBRA REALIZADA TRAS VIAJAR A ITALIA

La directora del ‘Museo Goya. Colección Ibercaja-Museo Camón Aznar’, Rosario Añaños, ha contado que la obra ‘San Ignacio de Loyola’ fue pintada por el artista aragonés tras el periodo de formación en Italia, en sus últimos años de estancia en Zaragoza o en los primeros de su llegada a la Corte.

Ha dicho que formó parte de la exposición ‘Goya y Zaragoza. Sus raíces aragonesas’, que acogió este museo en febrero de 2015, con la dirección científica de la entonces jefa de pintura del siglo XVIII y Goya del Museo del Prado, Manuela Mena.

Para esa ocasión, fue sometida a una limpieza en los talleres del Prado y tuvo como resultado «la recuperación de los valores de luz, la cualidad más destacada» de este trabajo, con pinceladas luminosas «que dan volumen y conforman la obra».

Añaños ha subrayado que la utilización de la luz es lo que más caracteriza a Goya, «uno de los valores que está presente desde los inicios hasta sus últimas obras», ha detallado.

La directora del museo ha señalado la corporeidad de la figura de San Ignacio como otra característica del pintor «tras su vuelta de Italia», así como el realismo y la «emotiva expresión del rostro», junto a la «seguridad» en la aplicación de las pinceladas, «mediante las que consigue la luz, con mucha precisión, consecuencia de la evolución tras el periodo de formación» en el país alpino.

DISCURSO

Añaños ha manifestado que la incorporación de esta obra permite al museo completar el discurso sobre un Goya joven, en el que se ofrece al pintor en su contexto, con sus maestros y seguidores.

Según ha expuesto, en esta etapa pinta muchos temas devocionales y otros «de su invención», y tras su viaje a Italia entre 1769 y 1771, realiza en Zaragoza los encargos de la Cartuja de Aula Dei, el oratorio del Palacio de los Condes de Sobradiel, y el primer encargo público importante, ‘La Gloria’ para la decoración del techo del coreto en la Basílica del Pilar entre 1771 y 1772.

La directora del museo ha comentado que Goya estaba muy decidido a viajar a Italia y aprender la técnica al fresco «porque sabía que tendría muchas posibilidades cuando volviera a Zaragoza» de trabajar en el Pilar, donde «se estaba llevando a cabo una importante reforma decorativa de todos los espacios, cúpulas y demás».

ENCARGO DE UN PARTICULAR

Rosario Añaños ha relatado que Goya pintó esta obra para Juan Ignacio Ezcurra, un navarro que vivió entre 1750 y 1827, comerciante y terrateniente, que se estableció en Buenos Aires. Ha detallado que, seguramente, antes de esa etapa americana, Goya realizó este cuadro, hacia 1775, en el que representa al santo del nombre de quien se lo había encargo y que permaneció en esa familia hasta los años 70 del siglo XX.

También ha observado que fue bastante habitual que Goya pintara para su entorno más cercano obras vinculadas con la compañía de Jesús, «que aunque ya había sido expulsada» de España, «tenía una gran devolución popular».

Añaños ha realizado una descripción de la obra, en la que se ve a San Ignacio de Loyola representando de medio cuerpo, con el hábito oscuro de la orden, y con un rosario en la cintura, apreciándose en la parte de abajo las cuentas de éste. El santo está girado hacia la derecha y mirando al espectador casi de frente.

Al respecto, muchos especialistas han coincidido en que lo convierte «en el retrato de un santo», ha apuntado la directora del museo. Ha destacado, igualmente, que San Ignacio aparece sin barba, cuando su iconografía habitual es con ella.

Además, alrededor de su cabeza tiene un halo luminoso, que incide en la zona de la frente, las mejillas, y de la mano, así como un libro donde están el lema de la orden escrito en latín –‘Para mayor gloria de Dios–, mientras que en el ángulo superior derecho está el emblema de los jesuitas. De las manos, ha resaltado cómo aplica las pinceladas y las transparencias, que permite «incluso adivinar las venas».

Tras llegar al museo, esta obra ha permanecido durante unos días en su embalaje de transporte para darle el tiempo necesario a la aclimatación. Posteriormente, se han realizado trabajos mínimos de adecuación para su colocación en la sala principal que reúne las otras obras del pintor aragonés.