El catedrático de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid, Eduardo Gallego, ha asegurado que en la actualidad «solo» queda un 3,5 por ciento de la actividad inicial de Cs-134 y un 79,4 por ciento del Cs-137 del que había inicialmente en el entorno de la central nuclear de Fukushima Daiichi, cuando hace diez años sufrió un accidente tras el impacto de un tsunami, mientras que «el resto de contaminantes ha desaparecido».
Durante su intervención en un seminario organizado por la Sociedad Española de Protección Radiológica (SEPR) para analizar la situación de la central nuclear de Fukushima Daichi (Japón) en el décimo aniversario del tsunami que afectó a la planta tras el peor terremoto registrado en el país nipón, Gallego ha señalado el «triple desastre y sus consecuencias», que han sido las zonas contaminadas, la población evacuada y la evolución de los niveles de contaminación y de radiación de la zona.
Además, ha explicado aspectos relacionados con la descontaminación realizada, los residuos generados, y el acondicionamiento de estos así como el análisis constante de la producción de alimentos en la zona, que se somete a un «exigente chequeo» y que fija unos límites de radiación permitida diez veces por debajo en comparación con los distintos estándares internacionales.
En la jornada distintos expertos en energía nuclear han analizado el «reto sin precedentes» que plantea el desmantelamiento de la central nuclear, cuya duración se estima en al menos 30 años así como el impacto que tuvo el accidente sobre la seguridad de las centrales nucleares que se ha reforzado desde entonces.
Entre los ponentes figuraba el director general adjunto y jefe del Departamento de Seguridad Nuclear y Tecnológica y Física del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Juan Carlos Lentijo, y el exdirector general de la Agencia de la Energía Nuclear de la OCDE (NEA) y asesor del Instituto de Investigación para el Desmantelamiento Nuclear de Japón, Luis Echávarri.
Echávarri describió los trabajos que se están realizando para controlar la entrada y salida de agua subterránea en los edificios dañados de los reactores y turbinas, que tienen como objetivo reducir el volumen de agua a tratar y subrayó la necesidad de planificar una descarga de aguas en las que, tras su depuración, domina el tritio como contaminante residual.
Respecto al Gobierno de Japón, ha destacado que está haciendo un «esfuerzo inconmensurable para conseguir limpiar la zona y dejar un emplazamiento verde», lo que conlleva una «completa supervisión de la radiactividad y aplicando límites operativos mucho más estrictos que los regulatorios».
De cara a los próximos años, considera que los retos más importantes en los próximos 30 o 40 años en la zona serán la extracción del combustible fundido, el control total de las aguas en el emplazamiento y la gestión segura de todos los residuos.
Por su parte, Lentijo ha recordado el papel de la OIEA y su ayuda al Gobierno japonés y las misiones sobre el terreno así como el posterior Plan de Acción sobre Seguridad Nuclear en todos los Estados miembro del organismo para enfrentar sucesos externos extremos y accidentes con daño grave en el núcleo.
En ese sentido, ha destacado la necesidad de «mantener y reforzar la cultura de seguridad».
Al mismo tiempo, Lentijo detalló las «intensas tareas de cooperación» con Japón desde el accidente, que están centradas en el desmantelamiento de la central nuclear, el análisis sobre la decisión para la disposición final de las aguas tratadas -que depende únicamente del Gobierno de Japón-, la vigilancia radiológica del océano, la evaluación de seguridad del almacenamiento temporal de residuos radiactivos o el apoyo a la Prefectura de Fukushima en las labores de recuperación y la vigilancia radiológica de la zona.