Un estudio internacional publicado en la revista científica ‘Frontiers in Psychology’ ha evidenciado los cambios en los niveles de actividad física, bienestar y hábitos alimentarios durante las primeras fases de la pandemia de COVID-19. La disminución de la actividad física se asoció a una peor percepción de la salud física y mental, mientras la reducción del ejercicio también se vinculó con percepciones de aumento de peso y disminución del sueño.
Más de mil personas de varios países con diferentes medidas de contención frente al virus participaron en esta encuesta ‘on line’, que exploró los cambios en la actividad física, la alimentación, el sueño, la salud física y mental y el bienestar durante las primeras fases de la pandemia COVID-19. El estudio es una colaboración de la Facultad de Ciencias del Deporte y la Salud de la Universidad de Jyväskylä (Finlandia), la Universidad de Wolverhampton y la Universidad de Northampton en Reino Unido.
Las comparaciones entre países revelaron diferencias significativas en cuanto a la salud física, ya que los participantes finlandeses declararon valores más altos y los participantes residentes en el Reino Unido indicaron una salud más pobre. Hubo una gran variabilidad en la actividad física de los participantes. Algunos informaron de un gran aumento de la actividad física, mientras que otros sufrieron una gran disminución.
«El aumento de la actividad física se asoció a una mejor salud física, junto con un mayor bienestar y sueño. Por el contrario, la reducción de la actividad física se relacionó con una salud mental más baja, representada por más problemas personales y emocionales, y un aumento significativo de la alimentación y el peso», explica Montse Ruiz, profesora de Psicología del Deporte y el Ejercicio de la Facultad de Ciencias del Deporte y la Salud de la Universidad de Jyväskylä.
Los participantes que vivían en países latinoamericanos se percibían a sí mismos con peor salud mental, en comparación con los surcoreanos, que indicaron estar significativamente menos afectados por problemas personales o emocionales. Los participantes filipinos indicaron puntuaciones más altas en cuanto a sueño y alimentación en comparación con los demás países.
«Nuestros hallazgos indican que, independientemente del país de residencia o de la edad, los participantes que informaron de la reducción de la actividad física experimentaron típicamente una peor salud física y mental junto con una disminución del bienestar. La reducción del ejercicio también se asoció con percepciones de aumento de peso y disminución del sueño», señala Ruiz.
Para minimizar la propagación del virus, en varios países se aplicaron una serie de medidas de contención, como la restricción del movimiento de las personas. Como resultado, se observaron cambios en los comportamientos de la gente, como los casos bien documentados de compras de pánico y acopio de artículos domésticos. «Mientras continúan las medidas de contención relacionadas con el COVID-19, nuestros hallazgos destacan la importancia del ejercicio para mantener una buena salud física y mental. Como tal, animamos a los individuos a encontrar formas de incorporar la actividad física en su día cuando sea posible», concluye la investigadora.