- Tras deslumbrar a la crítica internacional con su debut, Bodega 202 regresa con Ansa 2016, un vino de parcela que combina elegancia y frescura con gran potencial de guarda.
- Este 100% tempranillo procede de viñas de más de 70 años situadas en las zonas más altas de Sierra Cantabria.
La combinación de viña vieja y altitud es la esencia de Ansa 2016, cuya producción de apenas 4.000 botellas procede en exclusiva de dos microparcelas en Elvillar y Lanciego. De ellas se obtiene la uva tempranillo, fermentada por separado, que da vida a este tinto fresco pero complejo, donde delicadeza y elegancia se dan la mano. Un ejemplo de viticultura responsable y sostenible que mima a la uva en su paso por bodega, todo para respetar al máximo la expresión del terruño. “Tratamos de trasladar la voz más pura del viñedo”, explica Luis Güemes, director técnico y enólogo de Bodega 202, con más de 20 años de experiencia en el sector y que fue director técnico de Tagonius entre 2006 y 2012.
El resultado es un tinto elegante de clara expresión frutal, potenciada por 12 meses en barrica nueva de roble francés, que se hace patente con la abundancia de fruta roja y negra, que dejan paso a aromas florales, balsámicos y especiados cuando el vino se abre.
Proyecto familiar
En 2014, el matrimonio formado por Francis y Kathleen, tras quedarse prendados de los parajes de Rioja mientras hacían el camino de Santiago, decidieron fundar Bodega 202 (un número que es el prefijo de la ciudad de Washington), y para ello y para ello encargaron el proyecto a Luis Güemes, vigneron, que desde entonces está al frente de la bodega y del viñedo. Dos años después se incorporaron al equipo Luis López – jefe de bodega-, Michael -hijo de Francis y Kathleen- y Marta – mujer de Luis-. Por eso les gusta decir que se trata de un “proyecto familiar”.
Un buen vino nace en el viñedo, por lo que el primer paso fue buscar parcelas en las zonas más altas de Sierra Cantabria. “Teníamos claro que queríamos viñedos viejos y con mucha altitud”, expresa Güemes. Tras más de un año y medio de búsqueda, finalmente las elegidas fueron una serie de corros en Elvillar, Lanciego, Cripán y Labastida, donde reúne las 20 hectáreas de uva tempranillo con las que realiza sus dos vinos: Ansa y Aistear, reflejos de la modernidad riojana, combinando frescura, estructura y un gran potencial de guarda pero con el máximo respeto a la expresión del terruño.
Bodega garaje
A su vez, montaron una moderna bodega a las afueras de Laguardia, que son el epicentro de este vino de garaje que combina lo urbano con el carácter medieval de la villa. Todo ello para elaborar un vino radicalmente sincero, sin artificios, cuyo secreto está en el fondo y no en la forma o, como resume Francis: “Los vinos no saben si duermen en un castillo del siglo XVI o en una bodega garaje”. Una realidad urbana donde lo importante está en el trabajo.
El prometedor debut de Ansa 2015 vino avalado por algunas de las más grandes referencias de la crítica especializada. 95 puntos en Wine Spectator, 94 puntos otorgados por Tim Atkin y 93 en la Guía Peñín. Un quórum internacional y local que el propio Atkin catalogó Bodega 202 como “una de las historias de éxito más destacadas en Rioja de la última década” y que, con sus 95 puntos Wine Spectator, se encuentra entre los 37 mejores vinos de Rioja de la historia de la guía. Toda una hazaña para un recién llegado que ya se ha replicado con Ansa 2016, al que el Atkin ha elevado hasta los 95 puntos, premiando la frescura del vino, sus taninos finos y el largo final del trago.
Técnicas novedosas
Con la clara idea de que el trabajo en bodega no debía alterar el potencial de la uva, Luis Güemes se puso manos a la obra apostando por una innovación centrada en maximizar la frescura de la tempranillo. Vendimia y selección de uva en bodega realizadas de forma manual son el primer paso de esta minuciosidad, solo seleccionando los mejores granos. “Ansa es un vino con una misma voz pero con matices diferentes”, asegura.
Por eso recurren a técnicas muy novedosas, como la maceración prefermentativa en frío o al ‘tanque sin semillas’, un diseño propio para evitar el verdor de más que aporta la uva tempranillo. “Las fermentaciones las hacemos por separado, para respetar cada viñedo. Elvillar nos ofrece taninos delicados y fruta fresca, y Lanciego es fruta madura y violetas”, cataloga.
El resultado es un coupage tardío de una misma variedad de uva que se expresa con diferentes matices en función de su origen y que se respeta en la barrica. “Necesitábamos una madera que potenciara ese terruño”, asegura. Un aire nuevo desde Rioja Alavesa en la que la última palabra, como debe ser, la tiene el viñedo.