Un nuevo estudio liderado por científicos de la Universidad de Basilea (Suiza) ha recopilado datos sobre el impacto del confinamiento por la Covid-19 en 78 países, estableciendo una comparación de los niveles de bienestar entre todos ellos, y ha desvelado los factores más comunes que ayudaron a sobrellevar el encierro, así como los que lo dificultaron.
Al principio de la pandemia, se sabía poco sobre el impacto de un encierro en toda población, pues solo se conocían casos de cuarentenas restringidas en pequeños grupos de personas. «Por un lado, cambios tan drásticos en las rutinas diarias pueden ser perjudiciales para la salud mental», explica co-líder del estudio, el profesor Andrew Gloster. «Por otro lado, debido a que toda la población se vio más o menos igualmente afectada durante el cierre, no quedó claro si este impacto ocurriría realmente».
Para abordar esta cuestión, Gloster y sus colegas internacionales realizaron una encuesta ‘online’ en 18 idiomas. En ella, participaron alrededor de 10.000 personas de 78 países, que dieron información sobre su salud mental y la situación general durante el encierro del Covid-19.
Uno de cada diez encuestados reportó bajos niveles de salud mental, que incluía afecto negativo, estrés, conductas depresivas y una visión pesimista de la sociedad. Otro 50 por ciento tenía solo una salud mental moderada, que previamente se ha encontrado como un factor de riesgo para complicaciones adicionales. Estas cifras son coherentes con respecto a otros estudios que abordan el impacto de la pandemia en la salud mental.
LOS NIVELES MÁS BAJOS DE BIENESTAR, EN HONG KONG E ITALIA
En general, las respuestas de los diferentes países encuestados fueron, en gran medida, similares. Sin embargo, aunque ningún país resultó ser ni mejor ni peor en los resultados, hubo algunas diferencias. Por ejemplo, Hong Kong y Turquía informaron de más estrés que otros países; Estados Unidos informó de más síntomas depresivos; y el bienestar fue menor en Hong Kong e Italia. Por otra parte, los participantes de Austria, Alemania y Suiza informaron de un número significativamente menor de emociones negativas (afecto negativo) que el nivel medio en todos los países.
Estas diferencias probablemente se deben a una combinación de casualidad, respuestas específicas de cada país a la pandemia, diferencias culturales y factores como el descontento político. Así, factores como la pérdida de ingresos financieros en comparación con los niveles anteriores al cierre y el no tener acceso a suministros básicos se asociaron sistemáticamente con peores resultados. Por otro lado, las circunstancias que mejoraron consistentemente los resultados fueron tener apoyo social, niveles de educación más altos y poder responder y adaptarse de manera flexible a la situación.
«Las iniciativas de salud pública deben dirigirse a las personas que carecen de apoyo social y a aquellas cuyas finanzas empeoran como resultado del bloqueo», defiende Gloster. Sobre la base de esos resultados, las intervenciones que promueven la flexibilidad psicológica, como la terapia de aceptación y compromiso, resultan prometedoras cuando se trata de mitigar el impacto de la pandemia y los cierres», afirma Gloster. Dado el continuo desarrollo gradual de la pandemia y sus consecuencias económicas, la atención a la salud mental de las personas sigue siendo importante.