La noche cae y con ella llegan nuestros rituales para conciliar el sueño. Muchos españoles utilizan su móvil hasta el último segundo antes de cerrar los ojos, y lo que parecería un hábito inofensivo podría tener consecuencias devastadoras para nuestra salud cerebral. Este comportamiento tan extendido entre jóvenes y adultos responde a una dependencia tecnológica que nos impide separarnos del dispositivo incluso durante las horas de descanso.
El acto de colocar el móvil bajo la almohada o dejarlo a escasos centímetros de la cabeza durante toda la noche se ha normalizado en nuestra sociedad hiperconectada. No obstante, los expertos en neurología y trastornos del sueño llevan años advirtiendo sobre los peligros que entraña esta costumbre, señalando efectos nocivos que van desde alteraciones en los patrones de sueño hasta posibles daños cerebrales a largo plazo. La combinación del sobrecalentamiento del dispositivo y la exposición prolongada a radiaciones cercanas al cerebro podría estar generando una tormenta perfecta para nuestra salud neuronal.
1EL PELIGROSO CÓCTEL: RADIACIÓN Y CEREBRO EN DESARROLLO
La radiación electromagnética que emiten los dispositivos móviles ha sido objeto de numerosos estudios científicos durante las últimas décadas. Aunque la industria tecnológica insiste en que los niveles son seguros, la proximidad constante del móvil al cerebro durante periodos prolongados podría amplificar sus efectos potencialmente dañinos. El cerebro, especialmente durante las fases de sueño profundo, se encuentra en un estado vulnerable de regeneración y procesamiento de información.
Los expertos señalan que dormir con el móvil bajo la almohada expone al cerebro a campos electromagnéticos de forma continuada durante 7-8 horas seguidas. Esta exposición nocturna, al coincidir con los momentos en que nuestro organismo debería estar en fase de reparación celular, podría interferir con procesos neurológicos fundamentales como la consolidación de la memoria y la eliminación de toxinas cerebrales. La preocupación aumenta cuando se trata de adolescentes, cuyos cerebros aún están en desarrollo y podrían ser más susceptibles a estas radiaciones.