Especial 20 Aniversario

Barato, sabroso y eficaz: el pescado azul que mejora tu salud mental

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Vivimos tiempos en los que la búsqueda del bienestar y la salud mental se ha convertido casi en una obsesión colectiva, llevándonos a explorar desde complejas terapias hasta exóticos superalimentos con precios prohibitivos. Sin embargo, a menudo olvidamos que algunas de las soluciones más eficaces y accesibles llevan generaciones formando parte de nuestra despensa más castiza; un claro ejemplo es el humilde pero potentísimo pescado azul. Este grupo de peces, caracterizado por su mayor contenido graso en comparación con el pescado blanco, esconde verdaderos tesoros nutricionales que impactan directamente en nuestro equilibrio anímico y cognitivo, demostrando que cuidar la mente no tiene por qué ser caro ni complicado, sino tan sencillo como abrir una lata o acercarse a la pescadería de confianza.

Entre la variada familia de estos peces grasos, la sardina emerge como una protagonista indiscutible, un pequeño gigante nutricional que aúna sabor, versatilidad y un precio apto para todos los bolsillos. Lejos de ser un simple recurso para un bocadillo rápido o una tapa sin pretensiones, las sardinas son una fuente extraordinaria de ácidos grasos Omega-3, concretamente DHA (ácido docosahexaenoico) y EPA (ácido eicosapentaenoico), compuestos esenciales que nuestro cerebro demanda para funcionar a pleno rendimiento y mantener a raya la niebla mental, la apatía o incluso síntomas depresivos leves. Es hora de redescubrir este manjar de nuestras costas y darle el lugar que merece, no solo en nuestra gastronomía, sino como un pilar fundamental para una mente más clara, serena y resistente.

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DEL MERCADO A LA MESA: CÓMO INCORPORAR ESTE SUPERALIMENTO ASEQUIBLE

Fuente: Freepik

La versatilidad de las sardinas facilita enormemente su inclusión en nuestra rutina alimentaria, adaptándose a diferentes gustos y ocasiones. Si optamos por las sardinas frescas, disponibles en la mayoría de las pescaderías durante su temporada, podemos prepararlas de formas sencillas pero deliciosas: a la plancha o a la brasa con ajo y perejil, al horno con unas rodajas de limón y tomate, o incluso fritas enharinadas para un capricho crujiente. Estas preparaciones resaltan su sabor marino y conservan gran parte de sus propiedades nutricionales. Es importante recordar que la frescura es clave, buscando ejemplares con ojos brillantes, piel firme y olor a mar limpio, señales inequívocas de calidad.

Por otro lado, las sardinas en conserva representan una opción práctica, económica y disponible todo el año, manteniendo intactas muchas de sus virtudes, especialmente los Omega-3. Las encontramos en aceite de oliva, girasol, en escabeche, con tomate o al natural, ofreciendo un abanico de sabores para todos los gustos. Son perfectas para añadir a ensaladas, preparar bocadillos nutritivos, enriquecer platos de pasta o legumbres, o simplemente disfrutarlas sobre una tostada de buen pan. Incorporar este tipo de pescado azul un par de veces por semana, alternando entre fresco y conserva si se desea, es una meta realista y muy beneficiosa para aprovechar al máximo sus cualidades sin complicarnos la vida en la cocina. La clave está en la regularidad y en disfrutar de este regalo del mar.