Con la llegada de la Semana Santa, hay productos que no solo anuncian la tradición, sino que despiertan una emoción muy particular entre los consumidores. Uno de ellos son las torrijas, ese postre de origen humilde que, cada año, vuelve a los lineales de Mercadona para recordar a miles de hogares que, a veces, el sabor del pasado también se puede encontrar en un envase actual.
Lo que pocos imaginan es que detrás de cada bandeja de Mercadona hay un proceso artesanal adaptado al ritmo de la gran distribución. Sí, lo industrial puede ser también artesanal, y en este caso, lo es. El secreto de estas torrijas, que están conquistando a miles de españoles, radica en una receta que honra la cocina casera con precisión milimétrica.
3Rebozado, fritura y azúcar: el arte de dorar sin saturar
Si hay un momento crítico en la elaboración de una buena torrija, ese es el de la fritura. Mercadona no lo deja al azar. Cada rebanada, ya impregnada de leche aromatizada, pasa por un rebozado clásico de huevo batido antes de llegar al aceite.
El aceite utilizado es vegetal y se controla minuciosamente para mantener su limpieza y temperatura en niveles ideales. Así se consigue el dorado perfecto por fuera sin comprometer la jugosidad interior. Una fritura rápida, precisa, sin excesos, que respeta la esencia de este postre sin empaparlo de grasa innecesaria.
Una vez fuera del aceite, las torrijas se escurren y se dejan enfriar antes de pasar al último toque: el rebozado en azúcar. No es un paso menor. El azúcar, en este caso, no solo aporta dulzor, sino textura y una capa crujiente que contrasta con el interior húmedo.
Este proceso, aunque industrializado, mantiene una lógica casera. Es metódico, sí, pero no por ello impersonal. Cada decisión en la cadena responde a una búsqueda concreta: reproducir el sabor y la experiencia de una torrija hecha en casa, pero con la posibilidad de llegar a miles de hogares.