En la actualidad, miles de españoles utilizan a diario productos para el cuidado de la piel sin conocer realmente qué contienen esos frascos y tubos que pueblan sus cuartos de baño. La piel, nuestro órgano más extenso, absorbe buena parte de lo que le aplicamos, convirtiendo cada crema o loción en una puerta de entrada directa a nuestro organismo. Resulta paradójico que mientras leemos detenidamente las etiquetas de los alimentos, prestemos tan poca atención a los componentes de los productos que literalmente bañan nuestra epidermis durante horas.
Los fabricantes de cosméticos han empleado durante décadas ciertos conservantes y fijadores que alargan la vida útil de sus productos y mejoran su textura. Entre estos compuestos destacan los parabenos y ftalatos, sustancias que, aunque eficaces para mantener la integridad de cremas y lociones, han comenzado a levantar sospechas entre la comunidad científica. Investigaciones recientes sugieren que estas sustancias químicas, presentes en innumerables productos para la piel, podrían interferir en nuestro sistema endocrino con consecuencias potencialmente graves para la salud hormonal.
1¿QUÉ SON EXACTAMENTE ESTOS DISRUPTORES HORMONALES QUE TANTO USAMOS?
Los parabenos constituyen una familia de compuestos utilizados como conservantes en aproximadamente el 85% de los productos cosméticos del mercado. Su función principal es prevenir el crecimiento de hongos y bacterias, garantizando así que tu crema facial favorita no se convierta en un cultivo microbiológico después de algunas semanas en tu baño. Estos conservantes se identifican en las etiquetas con nombres como metilparabeno, propilparabeno o butilparabeno, términos crípticos para el consumidor medio que desconoce sus posibles efectos en la piel y el organismo.
Por otro lado, los ftalatos funcionan principalmente como fijadores y plastificantes, proporcionando flexibilidad y durabilidad a los productos. Se encuentran en perfumes, esmaltes de uñas y todo tipo de cosméticos, permitiendo que el aroma de tu perfume permanezca en tu piel durante horas o que tu laca de uñas no se quiebre al primer golpe. Su presencia en el mercado es tan ubicua que resulta prácticamente imposible evitarlos por completo sin un esfuerzo consciente y sostenido, algo que pocos consumidores están dispuestos a hacer sin una razón de peso.