Especial 20 Aniversario

Este componente ‘oculto’ en tus sartenes antiadherentes podría acumularse en tu cuerpo

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La facilidad con la que deslizamos una tortilla de patatas sobre una sartén antiadherente es uno de esos pequeños placeres cotidianos que damos por sentado. Los antiadherentes se han convertido en los aliados indiscutibles de nuestras cocinas, prometiendo menos aceite, limpieza sin esfuerzo y alimentos que no se pegan. Sin embargo, detrás de esta aparente inocuidad se esconde un secreto inquietante que la industria ha mantenido en un discreto segundo plano durante décadas: el ácido perfluorooctanoico (PFOA) y sus compuestos relacionados, conocidos colectivamente como PFAS.

Lo que durante años se celebró como un avance revolucionario en la cocina moderna hoy genera preocupación entre científicos y autoridades sanitarias de todo el mundo. Las sustancias utilizadas para lograr ese efecto mágico de los antiadherentes podrían estar acumulándose silenciosamente en nuestros organismos, permaneciendo allí durante años sin que nuestro cuerpo pueda eliminarlas por completo, según revelan recientes investigaciones. Este hallazgo ha encendido las alarmas sobre los posibles efectos a largo plazo de estos compuestos químicos en nuestra salud, especialmente cuando se consideran las millones de sartenes que se utilizan diariamente en todo el territorio español.

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SEÑALES DE ALARMA: QUÉ DICE LA CIENCIA SOBRE LOS EFECTOS EN LA SALUD

Fuente: Freepik

El consenso científico sobre los riesgos asociados a estos componentes de los antiadherentes crece año tras año, respaldado por estudios cada vez más contundentes. Las investigaciones epidemiológicas han establecido correlaciones preocupantes entre los niveles elevados de PFOA en sangre y diversas alteraciones en la salud humana. Entre los efectos más documentados destacan los trastornos hormonales, particularmente aquellos relacionados con las hormonas tiroideas cuyo funcionamiento puede verse comprometido por la presencia prolongada de estos compuestos, según confirmó un extenso estudio europeo publicado el pasado año.

La preocupación aumenta cuando se analizan los resultados de estudios toxicológicos en modelos animales, donde la exposición a concentraciones similares a las encontradas en humanos ha demostrado efectos adversos en el sistema inmunológico y reproductivo. Los antiadherentes más antiguos, fabricados antes de las restricciones implementadas en 2008, contenían niveles significativamente más altos de PFOA, lo que podría explicar por qué algunas personas presentan concentraciones elevadas de estos compuestos incluso años después de las regulaciones. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha clasificado al PFOA como «posiblemente carcinógeno para los humanos», una categorización que no debe tomarse a la ligera considerando la exposición generalizada de la población.